El único claro acierto de Pedro Castillo desde que llegó a la presidencia de Perú, fue quitarse el sombrero que desde entonces había usado de manera compulsiva.
Los sombreros típicos de Cajamarca son hermosos, pero por sus grandes dimensiones resultan incómodos y lucen mal en los recintos cerrados. De todos modos, el presidente lo tenía incrustado en su cráneo y no se lo sacaba en ningún acto oficial en los salones del palacio de gobierno ni en el Congreso ni en ningún otro recinto en el que se presentase.
Con una gestión plagada de errores y contramarchas que mostraban incongruencias, ignorancias, inexperiencias y negligencias, el sombrero hacía ver ridículo al presidente que demostraba a cada rato no tener estatura para el cargo.
Su acierto, en realidad la corrección de un error, fue quitarse ese sombrero inmenso. Pero con eso no alcanza para reducir su fragilidad política.
En Perú los presidentes caen aún cuando se trata de dirigentes preparados, inteligentes y con la economía estable. Por eso nadie apostaría un céntimo por la permanencia en el cargo de Pedro Castillo, quien ha demostrado abrumadoras incapacidades, se apoya en un partido ideologizado hasta la negligencia y el empalme de pandemia con guerra en Ucrania generó una crisis económica y social de potencia sísmica.
La desigualdad y la pobreza no eran problemas solucionados, pero desde que el régimen de Alberto Fujimori instaló en los 90 el modelo económico de rasgos liberales, se mantuvo la estabilidad que había sobrevivido a la fuga al Japón de aquel autócrata, tras intentar un grosero fraude electoral. Esa estabilidad económica fue reforzada por el gobierno que presidió Alejandro Toledo y tuvo a Pedro Pablo Kuczynski como ministro de Economía, manteniéndose en el tiempo a pesar de las continuas crisis políticas por las que atravesó el país.
El modelo, que había sido levemente corregido por el tándem Toledo-Kuczynski, se consolidó cuando volvió a la presidencia el otrora izquierdista Alán García, decidiendo esta vez gobernar cuidando el equilibrio fiscal, y se consolidó aún más cuando pasó la prueba del gobierno del líder nacional-populista Ollanta Humala.
Pero la suma de pandemia, guerra de Putin y sabotaje desde el propio oficialismo contra la gestión económica del ministro Pedro Franke, dio como resultado una crisis cataclísmica a la que pocos creen que Castillo pueda sobrevivir como presidente.
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Un aumento abrupto del precio del combustible empujó los demás precios hacia arriba, generando desde finales de marzo una trepada inflacionaria como no se veía desde hace casi tres décadas.
Un índice inflacionario que en Argentina traería alivio, en Perú aterroriza a la sociedad porque hace por lo menos 26 años que los precios no subían de ese modo.
La escalada del combustible causó un bloqueo de transportistas a las ciudades, lo cual degradó en protestas con violencia creciente.
Nada peor que un presidente débil al frente de un gobierno calamitoso a la hora de enfrentar tembladerales sociales. Haber decretado un fallido toque de queda fue otro de sus errores, que en este caso equivalió a echar nafta sobre las llamas.
La ineptitud pavorosa del presidente y de su equipo de ministros no es el único problema. Castillo es el mandatario más solo de la región. Lo ataca una derecha despiadada desde el partido fujimorista Fuerza Popular, liderado por Keiko Fujimori, y el ultraconservador Avanza País. Ambos ya intentaron derribarlo con dos juicios de vacancia.
Pero lo más grave es que a Castillo lo sabotea el ala dura del partido que lo postuló a presidente. Tanto el fundador y líder de Perú Libre, Vladimir Cerrón, ex gobernador del departamento Junín que no pudo postularse a la presidencia por tener condenas por corrupción, como otras figuras de la dirigencia de esa fuerza izquierdista, acusan a Castillo de “traición” desde que echó del cargo de primer ministro a Guido Bellido.
Incluso algunos dirigentes de Perú Libre lo acusaron de traicionar al partido que lo llevó a la presidencia cuando insistió en su alianza con los socialdemócratas y con nombrar al moderado Pedro Franke como ministro de Economía.