Nunca antes el debate político nacional había estado tan centrado en su figura, pese a que está completando su tercer mandato como gobernador de Córdoba, el segundo distrito electoral del país. La propuesta de Schiaretti de armar un “frente de frentes” con Juntos por el Cambio, aceptada en estos días con entusiasmo por dirigentes como el jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, y el gobernador de Jujuy, Gerardo Morales, sacude al espacio opositor.
Más allá del rechazo de los sectores que lideran Patricia Bullrich y Mauricio Macri, muchos dirigentes y observadores alejados de la realidad cordobesa expresan su extrañeza ante el rediseño que debaten los líderes de los partidos que integran Juntos por el Cambio. Esta posible sociedad les resultaba inimaginable hasta hace unos días.
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Hay un dato medular que pasan por alto quienes se manifiestan perplejos por la eventual incorporación de Schiaretti a un frente con al menos fracciones del PRO, la Unión Cívica Radical y compañía. Un dato que va más allá de los “pases” de dirigentes de las últimas semanas, con los casos emblemáticos de la radical Myrian Prunotto, que acompaña en la fórmula para la Gobernación a Martín Llaryora, y del hasta entonces titular del PRO en Córdoba Javier Pretto, vice de Daniel Passerini en la muy disputada carrera por la Intendencia de Córdoba Capital.
Ese dato medular ignorado por quienes ven como inconcebible la eventual sociedad, y que grandes porciones del electorado de Córdoba ya interpretó en 2015 y, sobre todo, en 2019 eligiendo masivamente a Schiaretti como gobernador y a Macri como presidente con pocos meses de diferencia, es la similitud entre la narrativa de Juntos por el Cambio con respecto a lo que un gobierno debe hacer, y la experiencia concreta del justicialismo cordobés en las administraciones provinciales (y, en los últimos 3 años y medio, también en el municipio de Córdoba capital).
El discurso que a nivel nacional despliega Juntos por el Cambio sintoniza con la práctica de lo que hoy conocemos como Hacemos Unidos por Córdoba, fundamentalmente en el terreno económico. Algunos ejemplos de esta compatibilidad entre Schiaretti y sus potenciales aliados son el equilibrio fiscal, el foco del gasto público puesto en la inversión en infraestructura y no en el rubro salarial, y el sinceramiento en los valores de impuestos patrimoniales y de tarifas, (sinceramiento puesto en suspenso en este año electoral con el tácito aval opositor).
En definitiva, sobran los elementos que muestran que Schiaretti gobierna en Córdoba con criterios muy parecidos a los que postula Juntos por el Cambio a nivel nacional. Criterios que, a su vez, se diferencian fuertemente de lo que los candidatos locales de Juntos por el Cambio proponen para la disputa provincial, punto que explica gran parte de la incomodidad que el “factor Schiaretti” introduce en ese espacio y que intensifica la confusión general.