Después de muchas idas y venidas, a último momento, Nicolás Maduro avisó oficialmente que no vendría a la Argentina para participar en la cumbre de la CELAC ni en los encuentros bilaterales en agenda. La razón que dio el dictador venezolano es la supuesta existencia de un “plan extravagante de la ultraderecha” para “atacarlo” y perturbar su presencia en Buenos Aires, afectando la reunión entre jefes de Estado de Latinoamérica y el Caribe.
La argumentación de Maduro hace pensar que las denuncias presentadas por dirigentes del PRO en Comodoro Py, así como en la DEA y en organismos internacionales, podían derivar en una detención por parte de la Justicia argentina como la que retuvo en Londres a Pinochet en 1998.
En aquella ocasión, Scotland Yard retuvo en territorio británico al ex dictador chileno por una denuncia sobre violaciones a los Derechos Humanos presentada por el juez español Baltasar Garzón. Casi dos años más tarde, por una medida de corte humanitario tomada por el entonces titular del Home Office, Jack Straw, Pinochet pudo regresar a Chile.
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¿Temió Maduro que las denuncias presentadas por dirigentes del PRO podrían generar consecuencias similares? Difícil que pudiera pasarle algo parecido, pero no es imposible que se generaran situaciones tensas a partir de esas denuncias.
También es posible que temiera grandes protestas por su presencia. En rigor, Maduro y Ortega solo visitan sus respectivas capitales y otras donde se sienten protegidos de manifestaciones en su contra, como La Habana, Moscú, Teherán y Beijing. Pero nunca van a países latinoamericanos que recibieron porciones de la diáspora de dimensiones bíblicas que generaron sus calamitosas dictaduras.
No obstante, hay una tercera posibilidad que debiera tenerse en cuenta, al menos como hipótesis, aunque jamás sería reconocida por ninguna de las partes. Esa tercera posibilidad es que los gobiernos de Argentina y Brasil hayan acordado invitar oficialmente a Maduro, pero haciéndole llegar, de manera extraoficial, la sugerencia de que no concurra a la cumbre de la CELAC.
¿Por qué harían tal cosa? Porque la de Maduro, igual que la del nicaragüense Daniel Ortega (quien habría recibido una sugerencia similar) sería una presencia incómoda y controversial que centraría la atención de la prensa, robando protagonismo escénico a los dos gobernantes con posibilidad de tener centralidad: Alberto Fernández, por ser el anfitrión del encuentro, y Lula da Silva por ser la estrella del momento debido a su regreso a la presidencia del país más grande y de mayor gravitación en Sudamérica.
Que ambos hayan pedido reuniones bilaterales con Maduro y que dijeran ignorar las razones de la incertidumbre acerca de si venía o no venía, parecen sobreactuaciones de quienes menos necesitaban presencias polémicas que acaparen espacios de atención generando controversias.
La centralidad en estas jornadas es para Lula, cuyo liderazgo regresa al escenario después de tribulaciones que le dan un aire a Edmond Dantes, el personaje de Alejandro Dumas que lograba resurgir tras un encarcelamiento, en la novela El Conde de Montecristo. Aunque no lo admitiría públicamente, retratarse junto al jefe de un régimen autoritario y calamitoso como el que padece Venezuela no le resultaba beneficioso. Tampoco que a la centralidad en la cumbre de la CELAC se la compitan en la prensa internacional resonantes protestas contra Maduro en Buenos Aires.
Todos los presidentes llegaron a Buenos Aires con ansias de obtener la conveniente foto con Lula. Por cierto, los más necesitados de esa foto, así como de la postal con todos los presidentes, son Nicolás Maduro y Daniel Ortega, los dos impresentables que han quedado aislados y marginados en el mundo. Pero a Lula no le conviene una foto con ninguno de ellos.
Existen en la diplomacia casos en los que oficialmente se hacen invitaciones y se anuncian encuentros que, extraoficialmente, se desalientan. Éste podría ser un caso de ese tipo.
De haber existido un pedido extraoficial a Maduro y a Daniel Ortega para que no asistan (el cubano Díaz Canel pasa más desapercibido que los jefes de los regímenes venezolano y nicaragüense), lo habría hecho Lula y también Alberto Fernández, pero al peso para hacer cumplir ese pedido lo tiene el líder brasileño. Ocurre que, si bien también desfavorecía al presidente argentino, Fernández no tiene peso para imponerles a Maduro y a Ortega que no asistan. Lula sí lo tiene.
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Al presidente de Brasil y líder del PT no le harían lo que le hizo Fidel Castro a Vicente Fox, cuando ese presidente mexicano invitó oficialmente al líder cubano al almuerzo de presidentes de la Cumbre Extraordinaria de las Américas, que en el 2002 se realizaba en Monterrey, pidiéndole extraoficialmente que tras almorzar se vuelva a Cuba para no perturbar la llegada de George W. Bush. Fidel le hizo caso pero, a renglón seguido, hizo pública la grabación en la que Fox le hacía ese pedido, escrachando al presidente mexicano.
La hipótesis de que hubo pedidos soterrados para que no asistan personalmente a la cumbre en la que a la centralidad la tendrían Alberto Fernández, por ser el anfitrión, y Lula por ser la estrella del momento en el escenario político latinoamericano, se sustenta también en que ni Ortega ni Maduro, y tampoco Diaz Canel, estuvieron en la asunción de la tercera presidencia del líder de la centroizquierda brasileña. ¿Por qué tres presidentes marginados de los principales escenarios internacionales, se perderían semejante escenario al que habían sido invitados? Porque, aunque fueron públicamente invitados, discretamente entre bambalinas se les pidió que no asistan personalmente. Ninguna otra hipótesis parece tener más lógica.