Hay quienes sostienen que un gobierno empieza su gestión cuando le toca la primera crisis en serio. Mauricio Macri parece estar ante sus desafíos más importantes y sus horas más inciertas, en estos dos casos años y medio de mandato.
Si bien no tenía el famoso viento de cola de la economía, sí lo tenía por el lado de la política y hasta comienzos de este año todo le venía saliendo más o menos bien. Pero el mundo estornudó y la Argentina en lugar de tener unas líneas de fiebre como otros países, quedó internada por neumonía.
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La economía argentina no logra, con recetas y modelos varios a cuesta, asentarse sobre bases sólidas. El déficit fiscal, el déficit de la balanza comercial, la inflación crónica, los vaivenes continuos de todos sus sectores productivos y laborales son algunas de las cuestiones que encuentran sólo respuestas espasmódicas.
La depreciación de las monedas de los países emergentes acá fue casi asomarse a una catástrofe. Subida brusca del dólar implica alza de la inflación, depreciación del poder adquisitivo de los salarios, caída del consumo, deterioro en la calidad de vida. Y así.
El Gobierno juega a ensayo y a error, con una conducción atomizada en las decisiones económicas, lo cual es señalado hasta en el mismo oficialismo como algo no aconsejable en tiempos de turbulencias. Y los resultados fueron más que fugaces en estas horas agitadas.
Haber tenido que recurrir a un anuncio público de un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional es una manera de admitir que están en situación de debilidad.
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El ministro Nicolás Dujovne puede intentar explicar que este FMI es más bueno que el cuco de los ‘90, que presta a tasas más bajas que otros organismos, que el monitoreo que hace de nuestras cuentas es frecuente, pero eso no logra acallar el enorme impacto que implica a un presidente argentino anunciando un acuerdo con el Fondo.
Las reminiscencias a años muy complicados de nuestra historia económica son inmediatas. En este juego del minuto a minuto, casi como el rating de un programa de TV, el Gobierno podrá decir que los mercados reaccionaron bien ante el anunciamiento de inyección de fondos.
Pero el costo político parece ser importante. Le da letra a una oposición que está dando algunas señales de aglutinarse, instala una sensación de debilidad, genera desconfianza en la gestión en momentos en que la consideración del presidente y su gobierno pasan por su peor momento.
Obsesivos medir posibles impactos de cada paso, los estrategas de Cambiemos deben haber evaluado cada uno de esos costos. Con lo cual, el anuncio en sí mismo desnuda la gravedad del problema, en un país en el que más habitual vivir en la incertidumbre que en otro estado.