Después de agraviar a la periodista que lo entrevistaba y de defender a la turba que asaltó el Capitolio, Donald Trump aseguró que, de estar en la presidencia, él lograría poner fin a la guerra entre Rusia y Ucrania en sólo 24 horas.
¿Hasta qué punto semejante afirmación es descabellada y en qué medida no lo es? ¿Se trata sólo de los delirios megalómanos de un ególatra grotesco, o contiene alguna lógica que se arrogue la capacidad de poner fin al conflicto en el corazón de Europa?
Si bien la egolatría es la arquitecta de todos los actos y pronunciamientos del magnate neoyorquino, su afirmación respecto a que él puede acelerar el final de la guerra ruso-ucraniana, no es descabellada. Por cierto, lo de concluirla en 24 horas es imposible, pero no debe ser tomado al pie de la letra. Lo que importa es que, según el líder del ultra-conservadurismo norteamericano, él tiene la fórmula para acelerar notablemente el final del conflicto. Y eso es cierto.
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Salvo el propio Putin o el mismísimo Zelenski, nadie está en mejores condiciones que Trump para hacer que la guerra se encamine velozmente hacia el cese del fuego y el fin de las hostilidades.
¿Cómo lo haría? Interrumpiendo abruptamente el envío de armamentos y municiones a Ucrania. Si estuviera en el Despacho Oval de la Casa Blanca, Trump podría también cortar de cuajo la asistencia económica y el flujo de información de inteligencia militar estratégica hacia Kiev.
Sin las armas, las municiones, el respaldo económico y la información de inteligencia que le provee Estados Unidos, los ucranianos se debilitarían rápidamente y su músculo militar alcanzaría niveles de fatiga que le impedirían seguir sosteniendo el enorme esfuerzo para contener a las fuerzas invasoras.
En lo que va de esta guerra, los ucranianos han hecho verdaderas proezas militares como contener la ofensiva que se lanzó desde Bielorrusia sobre Kiev, liberar el oblast de Kharkiv y gran parte del noreste, además de impedir el avance ruso hacia el Oeste atravesando el río D’nieper. La altísima motivación de los militares y combatientes voluntarios del país invadido han mostrado desde el principio hasta la fecha, altísimos niveles de resistencia y heroísmo.
Pero sin la ayuda militar y económica de las potencias de Occidente, ese admirable heroísmo ya se habría derrumbado por agotamiento y por asimetría con el poderío bélico del invasor. Si aún están resistiendo el avance ruso, es en gran medida por el apoyo occidental, y ese apoyo es mayormente norteamericano.
Trump interrumpiría de inmediato esa ayuda indispensable. Sin recibir la información satelital y desde los puestos de observación que en la región tiene la inteligencia militar de Estados Unidos, el Reino Unido y el resto de Europa no tardarían demasiado en sentir la fatiga económica que le causa la producción y el envío de armas y municiones en las cantidades que Ucrania necesita.
Por lo tanto, es cierto lo que dice Trump. Aunque exagera con lo de 24 horas, él podría crear las condiciones que acelerarían el final de la guerra, mediante la capitulación de Ucrania. El líder republicano que quiere volver a la presidencia está dispuesto a empujar a Zelenski a una mesa de negociación en la que tenga que aceptar condiciones que se parecerán demasiado a una victoria rusa. ¿Por qué? Por lo que él viene diciendo desde que se zambulló en las primeras republicanas por la postulación presidencial: admira a Vladimir Putin, se identifica con sus valores ultraconservadores y lo considera el modelo de liderazgo a seguir para reemplazar por una autocracia modelo eslavo la democracia liberal de los Estados Unidos.
A eso lo ha dicho desde que compitió por la candidatura que ganó en el partido de los conservadores norteamericanos. Pero además de esa identificación ideológica, también está el hecho de que Putin posee algún enigmático instrumento para tener a Trump bajo su control.
Por eso los hackers del Kremlin atacaron la campaña electoral de Hillary Clinton. Esa ayuda rusa fue clave para que Trump se convirtiera en presidente. La tuvo también en la elección que perdió con Biden. Incluso, quedó a la vista en la cumbre de Helsinki, en julio del 2018. En ese evento, Obama dijo que el desempeño del entonces presidente fue “el de un traidor”.
Por razones que hasta incluyen cuestiones escabrosas, Putin tiene un poder sobre Trump. Y si el millonario recupera el Despacho Oval sin que el conflicto haya terminado, él cortaría la asistencia sin la cual el aparato militar ucraniano no podría sostener su combatividad por mucho tiempo más.
Ese es el secreto de Trump para poner fin a la guerra de manera veloz. Empujar a Ucrania hacia la derrota.