El cuarto gobierno kirchnerista avanza en la ampliación del gasto estatal con alguna nueva forma de apropiación de recursos del sector privado, cuyos detalles aún están bajo análisis. El envalentonado ministro Martín Guzmán ofreció algunas pistas en la aparición televisiva en la que intentó contrarrestar el permanente desgaste al que viene siendo sometido por parte de la mayoritaria facción del oficialismo que responde a la Vicepresidenta. Todo apunta en la dirección de un nuevo manotazo al campo.
Para aspirar todavía más recursos para el insaciable Estado argentino controlado por el kirchnerismo, Guzmán recurrió al concepto de “renta inesperada”. Así eligió aludir a la suba de los precios de las materias primas a raíz de la guerra desatada por Rusia en Ucrania. Muchos simpatizantes del economista de hablar monocorde que despierta sonrisas papales se ilusionan con el desarrollo de un nuevo justificativo teórico para cobrar impuestos. Sin embargo, el concepto no es nada novedoso.
"Renta inesperada” es la versión apenas reciclada de un eslogan central de Cristina Kirchner en el capítulo más dramático de su cruzada contra el sector agropecuario, hace 14 años. La entonces presidenta hablaba de “rentas extraordinarias” para justificar el nivel confiscatorio de impuestos que pretendía aplicar al motor de la economía argentina.
En una economía libre, la que eligen las sociedades comprometidas con el respeto global de las libertades, no hay rentas esperadas, ni inesperadas, ni ordinarias ni extraordinarias. No hay integrante de la burocracia estatal que pueda pronosticarlas y etiquetarlas de una u otra manera. Cuando existen las rentas, ahí aparece el Estado y se queda con su jugosa tajada. En el caso de la Argentina, el 35% que se cobra con el llamado impuesto a las Ganancias. Para el campo rige además una asfixiante carga fiscal de evidente inconstitucionalidad que deja las rentas reducidas a una ínfima parte de lo que el sector factura.
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En definitiva, “renta inesperada” o “renta extraordinaria” son términos intercambiables. Con uno o otro adjetivo, es una creación conceptual propia de quienes están habituados a recibir un ingreso fijo del Estado y no han tenido que afrontar nunca la incertidumbre de la inversión.