Las horas pasaron y la zozobra creció. La danza de nombres para reemplazar a Martín Guzmán fue larga y las versiones indicaban que todos decían que no. Emmanuel Álvarez Agis, Cecilia Todesca, Marco Lavagna, Silvina Batakis, Augusto Costa daban vueltas. Hasta el propio Sergio Massa podría desembarcar en el Gabinete, como parte de un cambio más extenso.
Se habla de feriado cambiario, de mantener el programa tal cual lo pensaba Martín Guzmán, pero lo cierto es que se presagia para la Argentina una de las semanas más inciertas de su historia política e institucional.
Está claro que ganó Cristina Fernández: primero se fue de Producción Matías Kulfas, ahora Guzmán. El hasta ayer ministro reclamaba el control integral de la botonera, que nunca pudo tener, especialmente en el área energética. Es probable que, al término del 2022, 20 mil millones de dólares se hayan destinado a importar gas, luz y petróleo, que en términos generales los usuarios y consumidores pagan 40% más barato adentro de lo que cuesta traerlo de afuera.
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Esa brecha agiganta el déficit fiscal, obliga a emitir por encima de las metas acordadas con el FMI (un punto del PBI) y acelera la inflación, que ya cabalga al 70% anual. Guzmán sostenía que en el déficit fiscal estaba la madre de todas las batallas y ahí había que apuntar; pero Cristina sigue sosteniendo que ni en el déficit ni en la emisión está el problema.
Ese disenso abre un escenario absolutamente incierto para los meses que vienen. Si la fase moderada terminó, ¿qué sigue ahora? ¿Esta es la inflación moderada? ¿Esta es la emisión “moderada”? ¿Qué pretenderá hacer Cristina con la economía, si ya todos los cepos están puestos y no tiene margen ni reservas? Si su desvelo es que su espacio sea competitivo para las elecciones del 2023, ¿qué recetas imagina aplicar? ¿Hay realmente algún conejo de la galera por sacar? ¿Algo no inventado, no aplicado hasta ahora? Siempre se repite que el peronismo sabe frenar un metro exacto antes del abismo. ¿A cuánto estamos? ¿Sabrán frenarlo?