Querido Nicolás:
En esta foto estás vos y tu mamá. Pero viendo con más detalle hay algunas cosas tan maravillosas en el retrato que te las quería contar.
Al acunar tu rostro y sostener los auriculares, tus manos forman un corazón. Entre tus dedos que todo lo ven y el auricular derecho está el espacio justo para que entre el “ja aja jay” del Bocha Houriet cuando relata un casi gol por la radio.
En el auricular izquierdo hay túnel infinito por donde entra el “UUUUUHHHHHHH” de la hinchada cuando la pelota raspa el travesaño.
Cuando es gol de Talleres vos saltás antes. Sos como los gallos que cantan antes del amanecer, porque saben, antes que nadie, que la hora más oscura ya pasa.
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Lo sabés porque te criaste con Talleres en el Argentino A y pudiendo ser de River como tu papá, elegiste ser Matador como tu mamá y el tío Toti.
Lo sabés porque naciste antes de la semana 32 y la peleaste muy duro internado cuatro meses para volver a tu casa en Manfredi.
El sábado tenías miedo de que, con tanto frío y nieve, mamá abandone el viaje. Buscaste el buzo, la campera y el pantalón; ansioso le tocabas el escudo. Buscaste el carnet y salieron para acá.
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En la foto se ve que te abruma el murmullo de los bocinazos y el tráfico. Tan tranquilo que es tu pueblo. Después el rumor de la hinchada que se va acomodando, las puteadas de los plateistas, y te enchivás por los jugadorazos que le vendió Talleres a Boca.
Y llegan las canciones desde la Willington. Y esa mezcla de nervios, adrenalina e ilusión te hacen dejar el bastón. Formás tu corazón con las manos que todo lo ven y eso hacés.
Y ahí, justo ahí, se ve para qué viniste. Viniste a ver a Talleres.