Macron salvó el centro al imponerse en el ballotage sobre la ultraderechista Marine Le Pen, pero a esa altura estaba claro que ella por derecha y Jean-Luc Melenchon por izquierda, muestran que las ideologías dogmáticas están acercándose al poder en Francia.
Poco después, en Italia, la última elección generó el primer gobierno encabezado por un partido filo-fascista, desde la caída de y muerte de Mussolini. Aunque hasta ahora Giorgia Meloni se ha mostrado moderada como primera ministra, su partido, Hermanos de Italia, desciende del movimiento Social Italiano que crearon los colaboradores del Duce tras el derrumbe del régimen. Y el socio principal del gobierno es el también radical partido La Liga, que lidera el turbulento Matteo Salvini.
Por eso los ojos de Europa y de las democracias de las Américas estaban puestos en las urnas griegas. La pregunta era si los partidos tradicionales, la centroderechista Nueva Democracia (ND) y el centroizquierdista Movimiento Socialista Panhelénico (PASOK), se derrumbarían desgastados por el sismo financiero que implicó la crisis de la deuda de Grecia y el suplicio social que implicó recuperar la autonomía económica.
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La expectativas de los ultras era que, desde la extrema derecha, creciera de manera sorprendente Solución Griega, heredero del filo-nazi Amanecer Dorado, que lideró Nikolaos Michaloliakos hasta que lo ilegalizaron y obligaron a disolverse; mientras que, desde la izquierda ideologizada, alcanzara el poder Syriza y crecieran notablemente el Partido Comunista, que es el más antiguo de Grecia y ha tenido roles heroicos contra la ocupación alemana y búlgara del país durante la Segunda Guerra Mundial. También había expectativa por el posible crecimiento de MeRA25, la agrupación de izquierda filo-marxista que creó y lidera Yanis Varufakis.
Finalmente, lo que ocurrió en las urnas fue que la centroderecha confirmó su resurgimiento y retrocedió la izquierda que representa Syriza, mientras que se derrumbó la centroizquierda expresada en el PASOK.
Fue la estabilidad económica que mantuvo el primer ministro conservador Kyriakos Mitsotakis lo que le permitió alcanzar el 40 por ciento de los votos, duplicando el porcentaje logrado por el ex premier Alexis Tsipras y su partido izquierdista, Syriza, que relegó a un remoto tercer puesto al PASOK, con sólo el doce por ciento.
Tiene un mérito indiscutible el actual primer ministro, que es hijo de Constantino Mitsotakis, figura del conservadurismo griego a la que censuró y persiguió la llamada Dictadura de los Coroneles.
Aún así, hay algo injusto en el resultado. Al fin de cuentas, a este gobierno de ND le tocó asumir cuando lo peor de la crisis de la deuda que agrietó la eurozona, ya había pasado. Y de ese sismo financiero con epicentro en Grecia que estalló al comenzar la década anterior, a buena parte de la responsabilidad la tuvo el gobierno conservador que encabezó entre el 2004 y el 2009 Kostas Karamanlis, por haber falsificado los datos de la macroeconomía.
Según los índices oficiales de aquel gobierno de Nueva Democracia, el déficit fiscal era del 3,7 del PBI. Pero al asumir el socialdemócrata Yorgos Papandreu descubrió que el verdadero déficit se acercaba al trece por ciento. Y fue la causa del tembladeral financiero que acabó con aquella gestión del PSOK antes de que cumpliera dos años.
A los gobiernos de los independientes Papadimos, Pikramenos y Thanou, así como al primer ministro de ND Antony Samaras y al izquierdista Tsipras, les tocó encabezar los gobiernos obligados a cumplir al pié de la letra las indicaciones de la “troika” que integraron el Banco Central Europeo, la Comisión Europea y el FMI.
Kyriakos Mitsotakis llegó al cargo cuando la crisis de la deuda soberana de Grecia acababa y junto con ella acababa también la conducción de la economía griega por parte de la troika.
La peor parte le había tocado a Alexis Tsipras. Ese líder de Syriza debió optar entre aceptar las draconianas condiciones que le imponía Angela Merkel, o ser fiel a su propuesta inicial, aprobada en las urnas de un referéndum, que habría implicado abandonar la UE y su moneda única, regresando al dracma, la histórica moneda que rigió desde la antigua Grecia hasta que la inmolaron en el altar del euro.
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Eligió lo primero, pagando el precio de romper con su correligionario y ministro de Finanzas, Yanis Varufakis, partidario de abandonar la eurozona para no aplicar el doloroso ajuste que le dictaba Berlin.
Alexis Tsipras quería volver a ser primer ministro para aplicar sus ideas, ya que sus gestiones anteriores fueron con el cepo de la troika.
Como fuere, el electorado heleno ha decidido premiar a Mitsotakis. Aunque para formar gobierno y evitar que haya una nueva votación, el primer ministro tendrá que decidir con qué fuerza política aliarse. En el ala más conservadora de ND algunos pretenden que forme gobierno con el ultraderechista Solución Griega, que sacó el 4,5 por ciento de los votos. Pero lo más sensato sería intentar una “gran coalición” de centro con el PASOK.
Así como Angela Merkel cogobernó con el socialdemócrata SPD en lugar de aliarse a la ultraderechista Alternative Für Deutschland, Mitsotakis debiera hacerlo con los socialdemócratas, rescatándolos de la marginalidad hacia la que avanzan. De no hacerlo, podría ser Syriza el partido que busque una coalición gubernamental con el PASOK y con el Partido Comunista, aunque debieran sumar a otras fuerzas para lograr una mayoría estable.
La última palabra aún no está dicha, pero Kyriakos Mitsotakis tiene la ventaja que acaba de conquistar en las urnas.