Son multitudes casi exclusivamente masculinas. Alguien podría, a las apuradas, hacer comparaciones con reuniones futboleras. O con ciertos recitales rockeros. Pero esto es diferente. Se trata de una ausencia radical de mujeres. Sólo aparecen al hacer una revisión minuciosa de algunas imágenes. Se las puede ver en sectores diferenciados, enfundadas en una vestimenta que las cubre casi por completo. Pareciera ser un mundo reservado a los hombres.
¿Dónde están las mujeres en Irán? ¿Por qué no se distingue ni una en la ceremonia principal de despedida de los restos de Qasem Soleimani, el líder militar blanco del ataque norteamericano ejecutado con un dron en Bagdad
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La escalada de los últimos días vuelve a exponer la situación de sometimiento en la que viven las mujeres en ciertos lugares del mundo, entre los cuales sobresale Irán. Una potencia regional, con amplios recursos económicos provenientes del petróleo, que desde hace más de cuatro décadas controla un grupo de clérigos que mandan en todos los aspectos de la vida pública.
No existe un único Irán. Seguramente una parte significativa de sus más de 80 millones de habitantes sueña con un Irán distinto.
Un Estado poderoso que transita sin pausa un camino de regreso a un mundo menos plural, con libertades públicas mínimas, controlado por una élite religiosa que sostiene financiera, política y militarmente actores como Hezbollah, la milicia que se adueñó del sur libanés acusada por la justicia argentina del mayor atentado terrorista de nuestra historia.
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Los observadores coinciden en que las de estos días fueron las concentraciones más multitudinarias desde las ceremonias fúnebres del anterior líder religioso y político de Irán, el ayatollah Ruhollah Jomeini, el que anunció que era obligación para todo musulmán dar muerte al escritor Salman Rushdie. Pero a no confundir esa parte de la sociedad iraní exhibida por el aparato de propaganda del opresivo régimen con el todo.
No existe un único Irán. No podemos saber con certeza cuántos son, porque no pueden expresarse con libertad, pero seguramente una parte significativa de sus más de 80 millones de habitantes sueña con un Irán distinto. Por ejemplo, en el que las mujeres no sean encarceladas por bailar, o por desafiar el código de vestimenta que les exige salir de sus hogares cubiertas de pies a cabeza.
Existen también multitudes en Irán que aspiran a otra cosa, a algo completamente diferente a ese mundo reservado casi con exclusividad a los hombres que quedó en evidencia en los funerales de Soleimani. Que esperan que aquellos integrantes de la comunidad internacional que dicen rechazar la discriminación por cuestiones de género dejen de mirar para otro lado.