Por si quedaba alguna duda de quién es la figura decisiva del actual gobierno nacional, quién fija el rumbo de las políticas centrales, ahí llegó la tan debatida actualización de tarifas del gas y la luz para demostrarlo: Cristina Kirchner impone su criterio en los temas fundamentales.
El muy pequeño ajuste anunciado este fin de semana, insuficiente en relación a la inflación de este año y microscópico si se tiene en cuenta el enorme atraso tarifario acumulado desde 2019, evidencia que la lapicera está en manos de la vicepresidenta.
Según el ministro Martín Guzmán, esta actualización, que implicaría aumentos interanuales muy por debajo del 50%, en un año en el que la inflación va hacia arriba del 70%, será “la última del año”. La única manera de financiar entonces el costo de producir (cada vez menos), importar (cada vez más) y distribuir gas y luz será con más subsidios, cubiertos con plata que el Estado no tiene y que fabrica a través de la emisión monetaria, generando así esa inflación que nos distingue.
Para colmo se trata de un rubro en el que los precios internacionales se dispararon en los últimos meses por la crisis desatada por la invasión rusa a Ucrania. Conviene hacer la salvedad de que en la energía eléctrica, cada distrito tiene influencia sobre una porción de la factura final, por lo que, como en Córdoba, habrá casos en los que lo que paguen los usuarios suba más parejo al resto de los precios de la economía. Y que también en este rubro, el Estado nacional vuelca muchos más recursos en favor de los habitantes del Área Metropolitana de Buenos Aires.
El ministro Guzmán dejó abierta la puerta para la eliminación de los subsidios para los usuarios más pudientes, lo que implicaría para ese sector tarifas multiplicadas por 3 o 4. El problema es que el Estado no estaría en condiciones de identificar a ese universo.
Y ese selectivo sinceramiento tarifario tampoco alcanzaría para resolver el problema monumental de los subsidios, que subirían por encima de los US$ 15 mil millones anuales. ¿Convalidará el FMI esta política tan alejada del compromiso asumido por la Argentina hace dos meses? Un misterio que se resolverá pronto.
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Mientras tanto, queda claro tras meses de áspero debate público entre “albertistas” y “cristinistas” por este tema que en los asuntos cruciales prevalece la fórmula mágica del populismo: pan para hoy, hambre para mañana.
El kirchnerismo profundiza el festival de subsidios que invitan a consumir irresponsablemente gas y luz al mismo tiempo que acelera la inflación y acentúa las inequidades geográficas. El debate por esta factura que se pagará más temprano que tarde tiene que empezar ahora.