La primera vez que lloré fue después de la primera vez. No digo que lloré en mi primera vez. Lo digo de nuevo, la primera vez que lloré fue después de la primera vez que lloré. Igual que vos, sí porque, aunque no te conozco bien a vos que lees esto, no debés ser muy muy diferente a mí. Vos también lloraste por primera vez después de la primera vez que lloraste. Es así. Nacemos y lloramos.
Nos prenden a la teta y se nos pasa. Después de ese primer llanto primitivo que le asegura a la partera que estamos vivos, vine nuestro primer llanto verdadero. Ese que será nuestro primero por siempre aunque nunca podamos recordarlo. El primero primerísimo después del primero natural que viene con el chirlito de la partera. Ese primer llanto nuestro, nuestro posta, puede ser por tres razones:
- La primera: tenemos hambre.
- La segunda: nos dejaron solos.
- La tercera: estamos cagados.
Yo no puedo recordar si lloré en la genuina primera vez por estar con hambre, por estar solo o por estar cagado. Pero una de esas tres seguro que es y quién puede decirnos que no sean las tres juntas. Imaginate ahí. En una cunita hambreado, solo y con caca en el pañal. Ayer pensaba en eso cuando lo escuchaba llorar a Norberto Oyarbide. Siempre me hizo reír, su vida de caricatura, de bon vivant, sus bailes, sus joyas, sus smoking, sus tapas de gente con la farándula, su baile con la mona.
Cuando caía en la cuenta de que ese señor era juez federal, la risa se me cortaba como la leche que queda afuera de la heladera. Me agarraba una amargura ácida porque aunque parecía una caricatura cómica ese señor era un juez federal.
Pero mientras, nosotros los argentinos, andamos como un chico cagado que nadie alza para cambiarlo, ellos siempre lloran para que no se escuchen nuestras lágrimas caer. Como Cavallo el día que quiso llorar más fuerte que la jubilada Norma Pla.
Pobre Oyarbide tanto que vino al baile de la Mona a cantar el beso a beso. Esa noche en el sargento se ve que no tocaron un tema que salió en el año 90. Ese disco se llamaba Mona. En Buenos Aires capaz no se escuchaba mucho. En mi casa estaba el casete, señor juez. En el lado A del casette había un tema que después fue de las letras más tatuadas en la cárcel, yo le cuento doctor Oyarbide porque sé que a su señoría le gusta la música alegre. No llore, señor juez. Baile el estribillo. Dice así en la espalda de mucha gente presa:
Los tribunales que hacen siempre
lo que quieren, y que condenan
a la gente sin piedad,
que si los ricos le afianzan los placeres,
ellos no dudan y le dan la libertad
Le suena “si los ricos le afianzan o sea le garpan los placeres ellos no dudan y le dan la libertad”. Usted hambre no tiene señor juez: capaz que llora porque lo dejaron solo o está… bueno ud es un caballero.
La canción se llama No Tribunales.