La conmoción por las revelaciones sobre falencias en la formación de los policías de Córdoba caló hondo. Impactó en el Centro Cívico, donde -más allá de algunas declaraciones de funcionarios y expresiones de voceros oficiosos- no logran responder con certeza a las acusaciones surgidas del propio seno de la fuerza. Y pegó fuerte en la sociedad, que hace rato viene asolada por las más diversas modalidades delictivas.
La decisión del exjefe de Recursos Humanos de la Policía de la Provincia de romper el silencio poniendo en tela de juicio la formación y capacitación de los efectivos generó un cisma impensado. Es que más allá de la dureza en las afirmaciones del comisario general Julio Faría, lo que realmente hizo ruido (y mucho) no fueron tanto sus palabras sino el lugar desde donde procedía esa crítica.
Lo que aparecía como un secreto a voces en una sociedad jaqueada por la inseguridad, y admitido tímidamente por los propios uniformados en la calle, fue blanqueado por uno de los integrantes de la cúpula, desplazado luego del escándalo por la muerte de Jonatan Romo en la comisaría de La Falda.
Quienes conocen a Faría aseguran que es un hombre honesto, formado y obsesivo con el trabajo pero de carácter fuerte y temperamental. Dicen que el entonces jefe Alejo Paredes lo avizoraba como un posible sucesor en la conducción. Si algo no soporta es que luego de un destrato no le pidan disculpas.
Y al parecer eso fue lo que ocurrió en el despacho de la jefa Zárate Belletti el 6 de julio último. Según trascendió, escuchó inmutable los reproches de la titular de la fuerza, comiéndose la bronca de no contar con el respaldo oficial para llevar adelante una serie de protocolos y transformaciones pero sin hacer ninguna autodefensa. La suerte de Faría estaba echada aunque su antiguo compañero del Eter, Ariel Lecler (actual subjefe) habría intentado poner paños fríos y "hasta tanto baje la espuma". Le aconsejó tomarse unos días de licencia. Fue en ese tiempo mientras pintaba su casa, cuando recibió la inesperada llamada del ministro de Seguridad, Alfonso Mosquera, que le dijo: "El gobernador quiere que te vayas".
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Y así con el malestar del pase a retiro comunicado por teléfono y sin tener en sus manos el decreto que le aseguraba el beneficio de la jubilación anticipada, pateó el tablero en Telenoche. Para algunos fue una suerte de catarsis, para otros una reacción despechada a raíz de la feroz interna que mantenía con la jefa (señalada por sus estrechos vínculos con la esposa de Schiaretti, Alejandra Vigo). Para el grueso de la población, sonó como un sinceramiento de alguien de la entrañas de la misma fuerza.
Severas falencias
Al sacudón inicial, lo siguió la difusión de una carta en Noticiero Doce donde de forma manuscrita y anónima, algún integrante del cuerpo docente detallaba una serie de irregularidades en la Escuela de Suboficiales, el lugar de formación de los agentes.
Además de los serios problemas edilicios como la falta de agua y sanitarios para las mínimas condiciones de higiene de los aspirantes, se advertía sobre la falta de pago de los salarios desde abril del 2021 hasta mayo del 2022. Por la condición verticalista de la Policía y el lógico temor a posibles represalias, en forma temerosa las fuentes consultadas admitieron la situación pero sin hacer ninguna manifestación pública, hasta que el propio Faría se sinceró al respecto.
Por si algo faltaba, desde la Escuela algunas voces también aludieron a presuntos casos de acoso por parte de un profesor comisario retirado, llamando a las aspirantes a altas horas de la noche o preguntando en una clase: "¿Usted qué haría si un jefe la invita a salir?". El mismo docente habría ingresado al aula donde las señoritas, después de una clase de gimnasia, se estaban cambiando las prendas.
O presuntos direccionamientos en las licitaciones para la compra de uniformes con inferior calidad a los elegidos, o la presentación de una tesis por parte de un licenciado en Seguridad, que la habría confeccionado con la ayuda de estudiantes y de una licenciada en Historia.
Hay quienes aseguran que trataron de calmar a Faría haciéndole entender que su balacera verbal no sólo provocó un temblor dentro de la institución sino que la onda expansiva podía dejar severas secuelas en las más diversas esferas del poder político. Resta saber si la aparente calma del momento es la señal de que la tormenta siguió su camino o es tan sólo la antesala de un poderoso huracán que se avecina.