Una mujer fue asesinada en 2006. Revictimizada durante casi 16 años. Culpabilizada por su manera -”incorrecta y que avergüenza”- de ser mujer. Juzgada y prejuzgada, aún muerta. Incluso durante el juicio por su muerte, que finalizó sin condenas.
La única condenada en todos estos años fue la propia Nora Dalmasso: en el imaginario social fue, es y será una mujer que tuvo sexo -y tal vez no con su marido- antes de morir asesinada en su casa. Abundan los detalles de la intimidad de una mujer que fue asesinada y su muerte quedó impune.
A los ojos de una sociedad machista, fue, es y será una mujer que practicó el adulterio, que no merece que le otorguen el título de dama, pero sí otro y de bajo menosprecio, aún después de muerta.
Nora Dalmasso fue, es y será víctima de violencia de género.
Nora Dalmasso fue, es y será víctima de una violación mediática y judicial.
El amor romántico, la pasión y la venganza son los condimentos que muchos medios de comunicación y la Justicia de Córdoba utilizaron en la reconstrucción y tratamiento del crimen durante todos estos años y que hicieron de la muerte de Nora Dalmasso una espectacularización.
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Y si lo anterior no era suficiente para denigrar a una mujer, se encargaron de difundir las imágenes del cadáver y vender remeras que decían “Yo no me acosté con Norita”.
La respuesta a la pregunta ¿quién mató a Nora Dalmasso? ya no importaba. Y al parecer, tampoco casi 16 años después.
Para muchos, una transgresora que buscaba experimentar y desafiar el sistema de estatus moral tradicional. Una mujer -y madre- que se salió de la norma impuesta por la sociedad patriarcal y se expuso al peligro en su propio hogar.
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Incluso el juicio por el crimen de Nora Dalmasso fue novelado. Su rol de mujer volvió a ser cuestionado. Pero nunca el del viudo Marcelo Macarrón o “doctor Macarrón” -a ella sí podían llamarla Norita- que transitó por el espacio público de los iguales, ejerció la medicina como traumatólogo y jugó al golf antes, durante y después del asesinato de su esposa.
Aún con el viudo sentado en el banquillo, cuya vida privada nunca quedó expuesta en la tapa de un diario, Nora Dalmasso fue siempre la señalada. El dedo acusador no dejó de apuntar contra ella, la "mala víctima", tal como refirió el fiscal de Cámara, Julio Rivero.
Pasaron 15 años y medio del crimen de Nora Dalmasso y todavía siguen hurgando en su vida sexual. No hay derecho a semejante sentencia. Porque aquel que esté libre de culpa que tire la primera piedra. No hay derecho a olvidar que fue asesinada. No hay derecho a poner el foco en ella y nunca en el -aún desconocido- perpetrador.