“Este es el lugar donde mejor me siento, me siento una niña, donde juego todas las noches”, comienza diciendo Andrea Rincón sentada en una silla en medio del escenario del Teatro del Sol donde todas las noches sube a escena con la obra “Los 39 escalones”.
Junto a Fredy Villarreal, Bicho Gómez y Fabián Vena llevan a escena esta comedia escrita en 1935 por Alfred Hitchcock y John Buchan. Son cuatro actores, pero parecen que fueran cien. Los personajes se multiplican en ellos en esta comedia con mucho ritmo de espionaje e intrigas. Gracias a este papel, ganó un premio Carlos a mejor actriz: “Me sorprendió el premio, estoy feliz. Me gusta el reconocimiento porque siempre fui muy golpeada. Hoy se lo que soy, hoy se lo que valgo”.
Rincón es una mujer que tuvo varias vidas en una: fue una ex Gran Hermano, fue vedette, promotora y vendedora antes de la etapa mediática y si bien siempre estudió actuación nunca imaginó vivir de esto. “Todos tenemos varias vidas en una, lo que pasa conmigo es que yo vengo del infierno. No lo digo con orgullo porque no la pasé muy bien. Pero por algo Dios me puso en esos lugares y los vencí. Soy una sobreviviente”, dice.
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Parte de ese infierno fueron las adicciones. Hoy, para ella ganarle a las drogas es un día a día. Lleva una vida con cierta disciplina que incluye hacer radio a la mañana en la Rock & Pop, dormir bien, hacer ejercicio y a la noche el teatro. Lleva una vida con cierta disciplina que incluye hacer radio a la mañana en la Rock & Pop, dormir bien, hacer ejercicio y a la noche el teatro.
Rincón está en Villa Carlos Paz un verano en donde es noticia la droga adulterada que mató a más de 20 personas en Buenos Aires y el tema no le es para nada indiferente: “Las drogas adulteradas se venden todo el tiempo. Llama la atención que también digan ‘no consuman’. Esta gente está enferma. La adicción es adicción. Es momento de parar la pelota y darte cuenta que es gente enferma y que hay que ayudar al enfermo”.
Ella está convencida que ahora su misión en la vida es justamente ayudar a otros, el trabajo social y ese acercamiento a Dios que, dice, la salvó. Su ambición profesional: hacer cosas que le gusten, hoy, en ese sentido, se siente una privilegiada.
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Se ríe cuando le inventan romances, “basta de involucrarme con Fredy (Villarreal)” dirá con una sonrisa. “Yo fui promiscua en algún momento de mi vida, he vivido de todo y cuando uno está en esa promiscuidad dejás de experimentar cosas que son inexplicables, que es tocar el cielo con las manos, esa conexión de almas y eso no lo cambio por nada. Ya no tengo sexo, para mí el sexo está sobrevalorado. Yo hago el amor”, explica.
Las relaciones casuales no le interesan, volver a ser una vedette, menos: “Nunca entendí lo que hacen las vedettes bajando de la escalera, estás completamente en bolas como entregada. La verdad que nunca viví algo tan desagradable. Si se puede evitar, lo evitamos”.
Cuando baje del escenario, una vez terminada la función se irá a comer con sus compañeros y antes de dormir, rezará como lo hace todas las noches, donde agradece y pide. ¿Qué pide? Ser una buena persona y no perderse nunca. “Es muy fácil perderse. Vivimos en un mundo de mentiras en donde te hacen creer que necesitás un montón de cosas que no necesitamos”, dirá para finalizar después de media hora de charla sin filtros ni caretas. A lo Rincón.