* Por Paula Fernández
Que Roal Zuzulich sea uno de los chef más reconocidos de todo Córdoba ya se sabe. Su pasión por la cocina la heredó de sus padres, la comparte con sus hermanos y todavía la transmite a sus hijos. Es así que no podemos no darnos el gusto de visitar “su” lugar. En Alta Gracia, a metros del golf que lo vio crecer en su profesión, está la antigua casona que alberga su tan querida casa de cocineros.
Ubicado en Deán Funes 140, es un edificio que data de principios del siglo XX. Adaptado a los tiempos que corren, aún conserva esos techos altísimos y amplios ventanales de vidrio repartido que permiten que entre mucha luz. Todo hace que el ambiente sea cálido y refinado, ideal para sentarse a la mesa.
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El apellido Zuzulich es sinónimo de buenos sabores y Roal se describe como un explorador de la cocina. Siempre está buscando nuevas técnicas y combinaciones deliciosas. “Es la parte más linda y divertida, cuando me pongo a experimentar nuevos platos”, asegura siempre muy amable.
En su carta, muy equilibrada, brillan los productos locales y de primera calidad. Eso se agradece. Las opciones de bebidas son amplisimas y los vinos cordobeses también tienen un lugar especial, destacando algunas bodegas boutique.
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El corazón de Herencia
Roal es un gran anfitrión. Nuestra charla nos lleva directo a la cocina, el motor del restaurante. Orden, limpieza y buena distribución de tareas, todo funciona a la perfección. Las órdenes las da la jefa de cocina, que está pendiente de todos los detalles. Las elaboraciones son complejas pero perfectas y el equipo no pierde la calma en ningún momento.
Todo el personal es muy amable y siempre está dispuesto a hacerte sentir como en casa. La esencia familiar está presente en todos los rincones. Si sos aficionado de la cocina o simplemente tenés curiosidad de ver cómo funciona una profesional, no dudes en pedirle al chef que te deje echar un vistazo. Ahí, vas a ver cómo las ideas más ricas pasan al plato.
Un brunch gourmet, la última propuesta
Hace apenas unas semanas se sumó al menú una nueva opción gastronómica para seguir descubriendo sabores únicos: el brunch. A esta palabra inglesa seguro que ya la conocemos, fusiona “breakfast” con “lunch” y hace referencia a ese desayuno tardío o almuerzo temprano. Para nosotros, la traducción más literal sería: “almueryuno”.
A la carta de Herencia, llegó como una adaptación en tiempos de pandemia. El sector gastronómico fue uno de los más golpeados y le buscó siempre la vuelta. Frente a las restricciones horarias para la circulación, debieron reinventarse para aprovechar más las horas del día.
Cuando asoma el solcito, el patio de la casona es un lugar soñado. Todos quieren su lugar ahí. Los almuerzos y las cenas de excelencia seguirán siempre. Pero, sin dudas, la propuesta del brunch llegó para quedarse.
¡A la mesa!
Es difícil saber por dónde empezar. El servicio arranca con café o la infusión que prefieras, acompañado de variados jugos de frutas. La parte dulce incluye una croissant de masa madre y un bowl con granola, yogurt, frutillas, kiwi, ciruelas, arándanos y otras de estación. Todo delicioso.
También podés sumar scones con mermelada y queso, budín con crema y panes de queso. Insistimos: no es fácil elegir. Absolutamente toda la panificación es elaborada en la casa.
Llega la parte salada. El emplatado tiene detalles que hacen al plato y se puede ver la impronta Zuzulich. Hay que elegir entre dos opciones: una tostada de pan brioche, con palta, salsa holandesa y un huevo cocinado a baja temperatura que es el gran protagonista, o tortilla de espinacas, con salmón gravlax y crema ácida.
Para terminar estos platazos, tenemos que brindar. Una copita de espumante cierra un momento perfecto. Esta es otra verdadera Parada Obligada.