Agosto de 1997. Fiestas Patronales de la Parroquia María Reina de Barrio Residencial América. Escenario frente a la plaza y los artistas de la zona que tenían la oportunidad de mostrar lo que hacían. Una banda de adolescentes de ese barrio subía al escenario por primera vez, entre sus integrantes los hermanos Diego y Martín Pampiglione, hijos de Pepe y Marta, dos artistas con historia en el circo. Desde entonces, Los Caligaris no pararon.
Literalmente, no paran. 25 años después se encuentran planificando una gira por España, Estados Unidos, México, Colombia y Argentina, con escala incluida el 1° de octubre en la cancha de Instituto. “Vamos a grabar un gran material audiovisual ese día”, adelanta Diego Pampiglione.
Eso será a futuro, pero ¿qué sucede si intentamos viajar al pasado y nos vamos 25 años atrás al lugar donde comenzó todo? Con tres integrantes de Los Caligaris, El Doce recreó en testimonios e imágenes cómo fueron los inicios de esta banda que además del barrio tuvieron una escuela primaria en común: la Escuela Letty Stucchi Boudon, justo al lado de la Parroquia que fue testigo de ese primer concierto.
“Ese día los miraba desde abajo del escenario porque era más chico que ellos. Pero yo siempre cantaba en los actos y cuando uno de los cantantes del grupo se fue vino Diego a buscarme a mi casa. Fue un domingo 4 de julio de 1999. Terminé el secundario, volví del viaje a Bariloche y nos pusimos a grabar el primer disco”, cuenta Taleb con una sonrisa.
La indumentaria multicolor y circense fue su marca distintiva por siempre. Ver fotos de aquellos años es entender que lo que sobraba en esas épocas eran ganas, actitud y creatividad, y que en el ADN de los tres estaba el “gen artista”. El patio de “la Letty” sabe de la cantidad de veces que Taleb prefirió organizar un acto que hacer un trabajo práctico de psicología, por ejemplo. Dato que surge caminando por los pasillos del colegio, cuando la directora del Secundario León XXIII y su ex profesora, Liliana Freiría, cuenta que el último día de clases él le prometió un trabajo práctico que nunca hizo porque se fue al acto a tocar el wiro. “´Me voy a tocar el rallador´", me dijo y nunca presentó el trabajo sobre Freud”, cuenta entre risas la directora, y recuerda que Taleb le dijo: “Profe, los mío son las tablas”. Estaba en lo cierto.
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Recorriendo el patio del colegio, Diego Pampiglione rememora las veces que lo pusieron en penitencia por portarse mal y las otras tantas veces que su hermano Martín lo “salvó” de varias travesuras. A propósito de eso agrega: “Este show que vamos a presentar se llama ´Veinticirco, nunca es tarde para ser un niño´, así que un poco acá, en esta escuela, estamos haciendo el repaso de nuestra historia, de nuestra carrera, volviendo a sacar ese niño interior que, en nuestro caso y por suerte, todavía sigue intacto”.
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Para cerrar el recorrido por donde nació esta historia, el profe de música Damián cede gentilmente unos minutos de su clase para un improvisado show acústico de Los Caligaris. Los alumnos, felices. De pronto el coro con barbijos canta “No somos muchos, no somos pocos, pero estamos todos locos”. El aula estalla en aplausos. Igual que aquel 24 de agosto de 1997. Como será, seguramente, el próximo 1° de octubre en la cancha de Instituto. Veinticinco años y la alegría sigue intacta.