Pablo Amaya es un símbolo de lo que dejó la explosión de la fábrica Raponi en Alta Córdoba. Tiene 16 años, se salvó de milagro, estuvo meses internado, sufrió numerosas operaciones y vivió nueves meses en un hotel junto a su familia.
Hace pocos, los Amaya lograron alquilar una casa después de incontables rechazos porque no aceptaban la garantía del Gobierno de la Provincia. Eduardo es el padre de Pablo. Hoy volvió por primera vez al lugar donde vivían, que quedó transformado en un campo de batalla.
Al cumplirse un año de aquel día, Noticiero Doce preparó un programa especial con Gustavo Tobi desde el lugar, quién habló con la familia.
Como los Amaya, decenas de familias perdieron todo. La peor parte la llevó María Angélica Cueto, la única víctima fatal de la explosión. Cuando uno ve como quedaron las casas no entiende cómo nadie más perdió la vida. "Fue un infierno", repiten todos.
Los reclamos todavía se escuchan. Muchos gastaron todos sus ahorros para comenzar de nuevo. Pero en Alta Córdoba, también hay lugar para gestos que merecen ser rescatados. Un vecino que perdió todo y logró sobrevivir, junto a su familia, le regaló a Pablo Amaya un teclado, después de escuchar en la televisión que al adolescente le apasiona la música. Un momento emocionante, en medio de tanto drama