“Parecía el diablo, tenía sangre en los ojos. No se lo podía controlar, estaba enfurecido”. Graciela Arias contó así parte del horror que le tocó pasar junto a su familia cuando ingresaban a su vivienda en Malagueño.
El perro atacó primero a Carlos González, abuelo de 72 años, cuando caminaban por el patio interno que comparten las casas del lugar. Lo mordió directo en su rostro.
Virginia, su hija, quiso ayudarlo y alejar al dogo, pero el animal le clavó sus dientes en el brazo provocándole una herida de más de 30 puntos. “El perro soltaba a uno y mordía al otro. No lo podíamos parar”, relató la mujer en diálogo con Noticiero Doce.
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El dogo también mordió a su mamá Graciela y a su sobrino Lautaro y les dejó considerables lastimaduras. “Por la desesperación, entré a la casa de mi hermana, saqué un cuchillo y le clavé cuatro puñaladas en la garganta”, contó además Virginia. En el patio también había niños, pero lograron ponerlos a salvo justo a tiempo.
“Estaba enceguecido, tenía los ojos rojos”.
“Lo maté porque podría haber sido una tragedia”, dijo sin dudarlo y todavía atemorizada. “Mi papá le metió un palo en la boca y se puso a morderlo, por eso lo pude apuñalar. Pero igual no se caía y seguía mordiendo”, agregó.
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Además la joven, que se llevó la peor parte, coincidió con el testimonio de su madre: aseguró que el dogo “estaba enceguecido, tenía los ojos rojos”.
Una vecina de las víctimas contó que habían notado un cambio de comportamiento del animal desde hace algunos días, cuando los dueños se ausentaron por vacaciones durante una semana. También aseguró que todos lo conocían y no le temían, por lo que estaba suelto para “cuidar el patio”.
Sin embargo la mujer reveló que, desde que notaron las alteraciones del dogo, le solicitaron al dueño que lo encierre o deje atado.