La diversificación de la oferta hotelera ha derivado en otra etapa de jerarquización de la gastronomía de Córdoba.
Las grandes cadenas de hoteles han apostado a restaurantes abiertos al público en general, con chef de primer nivel, y en la mayoría de los casos con cocina internacional con toques cordobeses.
Para esta servilleta de cierre de campaña presidencial, elegí el restó Cruz de los Vientos en el Quorum Hotel, camino al Aeropuerto.
Ahí, con los aviones aterrizando y despegando cerquita de la pista del Taravela, me di el gusto que mis amigos Andrés Chaijale y Julián Espinoza levantaran vuelo con un delicioso menú de pasos.
Destaparon un tinto mendocino, mientras uno de los comensales aportaba datos de la economía y la política de la provincia cuyana con su encantadora tonada incluida, que llegó con un queso crema alimonado con ciboulette y dados de pastrón.
Después, vinieron unas bombas de papa sobre un coulis (jugo concentrado) de ajíes dulces. La clásica receta de las bombas de papa de la abuela, hecha en un tamaño bien pequeñito y con jamón crudo adentro para darle un toque gourmet.
Aparecieron, luego, las mollejas a la naranja con una ensalada de lechuga y gajos de pomelo, junto con una vinagreta hecha con sésamo y salsa de soja. Nos contaban los chef que ponen a macerar las mollejas en jugo de naranja y después la llevan a horno bien caliente para que se sellen por fuera y queden bien tiernas por dentro.
El principal fue un salmón al oporto, con un puré de papas y champignones y una miniratatouille (la verdura cortada más pequeña aún que el corte tradicional de este plato francés). La cocción del salmón con oporto le aporta un sabor dulzón muy recomendable.
A la hora del postre, una panacotta de chocolate blanco, que me gustó tanto como su decoración: un preparado de pistacho y dulce de leche, que no sólo resaltaba a la vista con su verde intenso sino que tenía un delicado gusto. Y con esa sensación en la boca, se cerró otra comida de alto vuelo.
Buen provecho.