“La idea es que comas como en Alemania, no comida alemana adapta al gusto argentino”, te aclaran apenas entrás al renovado local de Casa Bavaria, al lado del Colegio Alemán.
La familia Oberstedt llegó hace cuatro años a Córdoba después que su hijo mayor vino de intercambio. Se trajeron algunos secretos gastronómicos para servir platos de la región bávara, en el sudeste alemán, y hacernos viajar al menos en los sabores.
Del pequeño local de la recta Martinolli saltaron, de la mano de socios locales, al amplio salón en el que funcionaba el Círculo Alemán, pero conservaron la esencia de sus productos bien artesanales, contundentes en las porciones y bien intensos.
El menú es acompañado con un paseo por las cervezas artesanales Peñón del Aguila, que son cordobesas pero hechas con las técnicas alemanas.
Son cervezas que están hechas para acompañar platos bien elaborados, a diferencia de las cervezas convencionales que no maridan tan fácilmente con cualquier preparación.
Ni los Oberstedt, que se reparten las tareas entre el matrimonio y los dos hijos varones, ni su socio cordobés Diego Buteler quieren soltar demasiada prenda de cómo elaboran las abundantes delicias que llegan a la mesa.
Primero, una generosa tabla de fiambres, todos artesanales, y quesos bien especiados. Sobresale el leberwurst, el típico puré de hígado y carne de la gastronomía alemana, que en este caso está presentado sin embutir. Algo tenía que lo hacía diferente de todos los que he probado, pero me quedé con las ganas de saber el secreto familiar que encierra del leberwurst de Casa Bavaria.
El principal fue un plato para nada primaveral sino más bien del crudo invierno centroeuropeo: el codillo de cerdo con puré y chucrut.
Delicioso y abundante, el cerdo se hierve a fuego bien lento durante cinco horas, después pasa por una cocción de horno y se termina rebosándolo con paprika (pimentón picante) y grillado a la plancha. El tiempo y la dedicación siempre se notan en la cocina.
El chucrut también es muy diferente a los que solemos comer por aquí. Cuentan que no es por fermentación y que no tiene vinagre. El tema es que llegan a una textura y sabor del repollo que lo transforman en una gran guarnición.
Para el postre, un strudel de manzana que llega tibio y combina de maravillas con una cerveza tipo Honigbier (cerveza de miel, por el agregado que tiene de ese producto) para cerrar una gran cena alemana.
Buen provecho