La madre y el hermano de María José Coni realizan una investigación paralela. Gladis Stefani y su hijo están organizados y no improvisan. Además, encontraron aliados para esta tremenda tarea. Son Marcos Menegazzo y su cuñado que tampoco creen en la versión oficial y buscan la verdad sobre el crimen de Marina, la otra mochilera mendocina.
Cada uno por su lado realiza tareas particulares propias de los detectives. Recorren cada rincón donde estuvieron las chicas y hablan con la gente que las vio antes de la desaparición. Toman notas, graban con sus celulares los testimonios y sacan fotografías de las distintas escenas por donde los lleva la gente. Por la noche reúnen la evidencia que juntaron y arman el plan para el próximo día.
En pocas horas reunieron mucha más información que la poca que entregó la Policía y los investigadores ecuatorianos. El trabajo es artesanal y casi insólito. Sin embargo, no improvisan porque tienen sobrados motivos para desconfiar.
El hermano de Marina denunció que nadie pidió un ADN. Los cadáveres están irreconocibles y la escena del crimen está sucia y desordenada. Sostienen que hay lugares dónde es imposible que las chicas se hubiesen atrevido a entrar, pero los policías creen esas versiones insostenibles paras los familiares y eso los hace desconfiar aún más.
“El cuerpo de Majo apareció el jueves y el de Marina el domingo, pero ahí nos dimos cuenta de que estaban a menos de 20 metros de distancia. Flaco, estaban al lado ¿nadie los vio?”, se pregunta Marcos y no para de investigar.
La mamá de María José trabajaba armando uniformes escolares y su hijo en una tienda. Los parientes de Marina son ingenieros, pero dejaron todo. No volverán de Ecuador hasta saber que pasó con las mochileras.