Cuando somos niños, ante la pregunta sobre qué queremos ser cuando seamos grandes, en muchos casos aparece la figura del policía y el bombero como un deseo de futuro. Quizás sea por la vocación de servicio o la idea de cuidar a los demás.
Fue esa vocación la que llevó a Matías Maldonado a ser policía. Varios integrantes de su familia, incluido su papá, fueron parte de la fuerza y desde hace casi 14 años, él también pasó a la filas de los agentes de la provincia. Hoy es cabo primero.
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Su pareja también es policía y entiende del deber. Su familia ensamblada se completa con cuatro hijos.
Matías es uno de los tantos policías que le tocó la parte más dura del control y el cuidado celoso del cumplimiento de las normas que cada semana se modificaban y debíamos volver a aprender. En su nombre y a través de esta serie de entrevistas a trabajadores definidos como esenciales en el primer decreto que dispuso el Aislamiento social, preventivo y obligatorio, rendimos nuestro homenaje y les agradecemos por haberse puesto al hombro el 2020.
Un año diferente
En la vida de Matías pasaron muchas cosas pero nunca vivió uno igual al 2020: “En esta cuarentena se trabajó mucho más que en otros años en seguridad, salud, educación, eran cosas que no podían faltar y se nos duplicó el trabajo”.
“No es fácil”, contesta Matías ante la pregunta sobre cómo somos los cordobeses para ser controlados y agrega: “Al principio sí lo entienden, pero después se hace un poquito más pesado y con el paso del tiempo es peor”. Es que le tocó controlar desde el uso del barbijo hasta los permisos de circulación y el distanciamiento social.
Una historia de amor y picardía
Cuando la cuarentena transitaba su tercer mes, Matías y su compañero, el Oficial Principal Maximiliano Merlo, encontraron un niño de tan solo 10 años caminando solo Camino San Carlos.
“Mi amigo Lautaro”, cuenta Matías quien hoy mantiene relación con ese pequeño que en su historia encerraba a todos aquellos que la cuarentena había alejado de sus afectos.
Es que en la siesta del 22 de mayo, esperó a que su mamá se durmiera, llenó dos mochilas con útiles escolares, barbijos y alcohol en gel y salió en busca de sus abuelos, a quienes no veía desde el 20 de marzo.
Cansado y un poco desorientado pidió ayuda en una gomería y es cuando Matías y Maximiliano entran en acción.
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En la mochila encontraron un cuaderno con la dirección de una escuela y Matías decide ir a ver si en ese lugar encontraban alguna pista: “Cuando vamos para la escuela se empezó a orientar (...) y cuando fuimos para la casa se agachó en el móvil, como que no quería salir, entonces se baja mi compañero y habla con una señora que era la abuela”.
Ese era el objetivo de “una travesura con suerte” como lo define Matías. El pequeño extrañaba demasiado a sus abuelos y la casa donde había vivido casi siempre y decidió salir a buscarlo.
En ese momento Matías pensó en sus propios hijos y en la importancia de los vínculos. “El miedo siempre está”, dice y agrega: “El miedo siempre estuvo más que nada por mis hijos, por mi familia, por mis padres”. Muchos de ellos integran los grupos de riesgos. Sin embargo, Matías también cree que teniéndole respeto al virus y siendo responsable en los cuidados se puede estar bien.
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Lo que aprendí del 2020
“Antes que nada los sueños, yo veo que ha fallecido gente tan jóven sin cumplir sus sueños, aunque sea hay que intentarlo (...) y la solidaridad con la gente, con mis compañeros y el respeto al otro”.
Lo que deseo para el 2021
“Felices fiestas para todos. Que esto pase rápido y bendiciones para todos”.