El juicio por Fernando Báez Sosa llegó a su fin y los ocho rugbiers fueron condenados. Cinco de ellos recibieron cadena perpetua y los otros tres, 15 años de prisión. Tras la lectura del veredicto en los Tribunales de Dolores, los culpables regresaron a la Alcaldía de Melchor Romero, donde cumplieron la prisión preventiva desde su detención en enero de 2020.
En su primera noche condenados, Máximo Thomsen, Matías Benicelli, Enzo Comelli, Ayrton Viollaz, Blas Cinalli y Ciro, Luciano y Lucas Pertossi se reencontraron con sus biblias, a las que se aferraron mientras esperaban el juicio.
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Desde este martes pueden regresar a sus trabajos en la huerta y a hacer ejercicio en el patio, tal como hicieron durante los últimos tres años. También podrán contar con asistencia psicológica y recibir al Pastor que los acompañó y contuvo durante el proceso del juicio.
Familias
En la cárcel de Melchor Romero los ocho rugbiers podrán reencontrarse con sus familiares, a quienes vieron durante la lectura del veredicto pero con quienes no pudieron tener contacto. Estarán en la misma celda hasta que un juez de ejecución penal de Buenos Aires decida cómo se alojarán.
En esa línea, los padres de los asesinos de Báez Sosa esperan que sean trasladados a alguna de las tres unidades de Campana, para tenerlos más cerca de Zárate.
Fe cristiana
En la jornada más importante del juicio, Ayrton Viollaz, condenado a 15 años, rezó y se persignó reiteradas veces. Durante la audiencia donde los rugbiers pidieron perdón, Luciano Pertossi expresó: “Le pido a Dios que sea algo bueno para todos”.
Con esos indicios que intentan demostrar su cercanía al catolicismo, los condenados buscan ser alojados en un pabellón cristiano para tener más tranquilidad y no estar expuestos a otros detenidos.
Cabe recordar que antes de la sentencia, los condenados tenían la misma vida que tendrán ahora. Recibían a sus familias, al pastor evangélico y a sus novias para las “visitas higiénicas”, aunque esto último con el tiempo fue desapareciendo.
En tanto, tenían tiempo para la recreación: trabajaban en la huerta, miraban televisión y tenían un celular que compartían entre los ocho. Además, una vez por día salían al patio pero en el momento en el que no había otros presos.