Donde antes había piedras, hoy hay un bosque. Antes no crecía nada y hoy florece la vida. En 1996, Daniel Reninson y un pequeño grupo de personas empezaron a plantar árboles nativos en la zona de Los Gigantes conocida como Quebrada de los Refugios.
Comenzaron solos y la financiación al proyecto llegó casi 20 años después. Hoy las imágenes muestran el éxito del proyecto. Pero no se trata solo de plantar árboles, también hay que proteger y acompañar su crecimiento por varias décadas.
Lo que ellos realizan se conoce como restauración ecológica. En este caso el trabajo se basó en recuperar el bosque perdido a través de la plantación de árboles. El proyecto existe hace 25 años y las tareas continúan. Por muchos años los voluntarios trabajaron solos, donaron su tiempo y dinero para plantar árboles y cuidarlos. Llegaron a plantar 2000 árboles por año. “Mucha gente los veía como unos locos”, contó Fernando Barri, biólogo y voluntario del proyecto.
Hace cuatro años, la organización internacional Acción Andina comenzó a financiar la plantación de árboles. La ayuda llegó para varios proyectos y hoy ya hay 12 zonas en Córdoba donde realizan reforestaciones. Ahora, los voluntarios plantan 350.000 árboles por año. Hasta el momento, ya han recuperado 1000 hectáreas de bosque nativo en la provincia.
+ GALERÍA: El antes y el después de las áreas restauradas:
Bosque que es presente y futuro
La reforestación es una de las formas de luchar contra la desertificación. Este fenómeno implica la degradación continua de los ecosistemas causada por las actividades humanas y por el cambio climático. El problema constituye uno de los retos medioambientales de la actualidad, afirma Naciones Unidas.
Según el mismo organismo, cada año se destruyen 10 millones de hectáreas de bosques en el mundo. En Argentina, se perdieron 6,5 millones de hectáreas de bosque nativo entre 1998 y 2018.
Estos ecosistemas son un reservorio de dióxido de carbono, uno de los principales gases que causan el efecto invernadero. Cuando un árbol se pierde, el gas vuelve a la atmósfera y potencia el cambio climático. La deforestación y la degradación de bosques generan cerca de un 20% de las emisiones globales de estos gases, estima la fundación Vida Silvestre.
Daniel Reninson es biólogo, ecólogo, investigador del CONICET, y sobre todo amante de la naturaleza. Siempre disfrutó de hacer trekking en las sierras de Córdoba y de estar en contacto con el ambiente. Hace unos años descubrió que disfruta más de la naturaleza “haciendo algo”, y ese algo es el proyecto de restauración ecológica que comenzó en esa zona de las Sierras Grandes. Dirigió por muchos años el trabajo voluntario y fue quien conectó a la organización que ahora financia el proyecto.
Los que participan de los voluntariados son personas a las que les gusta estar en contacto con la naturaleza y que además sienten que están haciendo algo útil, coincide Ana Cingolani. Ella es la esposa de Daniel, y también es bióloga y voluntaria. Para Barri, quienes participan en el proyecto son personas preocupadas por el ambiente que necesitan “pasar del dicho al hecho”. Contrario a lo que podría pensarse, en este caso trabajar con voluntarios fue muy fácil, según contó Reninson. Después de cada encuentro “había agradecimientos mutuos”, señaló.
El bosque nativo: fuente de agua y vida
Cuidar el bosque nativo trae beneficios para el ambiente, las personas y también para las actividades productivas, explicó Reninson.
La pérdida de vegetación en las Sierras Grandes se debe principalmente al sobrepastoreo de ganado, a la tala de bosques y al uso excesivo del fuego para producir rebrotes. Esto genera la aparición de rocas en donde antes había suelos. En la actualidad, estas piedras expuestas por la erosión de la tierra ocupan el 20% de la superficie de esa zona montañosa de Córdoba.
Las montañas actúan como un gran tanque de agua que proveen a los ríos a través de vertientes y arroyos de altura. Los bosques nativos mantienen un suelo sano que retiene el agua de las lluvias. En cambio, las zonas con suelo expuesto y piedra, casi no retienen el agua. En época de lluvias, esto provoca pérdida de suelos, crecientes en los ríos, inundaciones, y derrumbes.
La mayoría de los ríos de Córdoba nacen en las Sierras Grandes. Estos proveen agua a 3,5 millones de personas, explicó Reninson. Esto permite que haya agua disponible en la época seca (de julio a noviembre).
El aumento de la productividad ganadera es otro de los beneficios de mantener los árboles. Al ritmo actual de pérdida de suelos, en 400 años las sierras podrían convertirse en un desierto. Si esto sucede, los pastizales para alimentar al ganado no podrían crecer más, aseguró Reninson.
Cuidar el bosque nativo también sirve para mantener la biodiversidad, lo que es clave para la salud de los ecosistemas. Las Sierras Grandes son un reservorio de plantas y animales, en donde viven 40 especies que son únicas en el mundo.
Los árboles además capturan carbono de la atmósfera y de este modo contribuyen a la mitigación del cambio climático. “Este es un beneficio para casi toda la humanidad”, explicó el biólogo.
Mucho más que plantar árboles
En el mundo el foco de la reforestación está puesto solamente en la plantación. Pero para crear un bosque se necesitan también otros aspectos, aseguró Reninson. “Hay que plantar árboles y cuidarlos, para que terminen siendo adultos que formen un bosque”, agregó.
La financiación internacional también está puesta solo para la plantación y por eso aún sigue siendo muy insuficiente. “Se estima que la plantación de árboles cuesta entre un quinto y un décimo de lo que cuesta producir un bosque”; señaló Reninson.
Antes de empezar a plantar, hay que saber por qué no hay un bosque en ese lugar, explicó Reninson. En Sierras Grandes una de las causas es el ganado. Muchas veces los productores no cuidan los pastizales para que las vacas coman. Así, el pastizal se pierde y el ganado empieza a buscar nuevos alimentos. Si se plantan árboles en una zona ganadera, las vacas terminan comiéndose los pequeños arbolitos recién plantados. En este caso, además de plantar hay que alambrar el terreno para que no pasen los animales.
Una vez que se plantan los árboles, se necesita volver regularmente a revisarlos. "Los árboles jóvenes son como un bebé, no se los puede dejar solos", comparó Reninson.
Hay muchos factores que pueden impedir que crezcan. Pueden sufrir el ataque de hormigas, o ser invadidos por especies exóticas, por ejemplo. “Al bosque hay que cuidarlo por décadas”, agregó. Y opinó que por eso es necesaria la intervención de los gobiernos: “El Estado tiene que cuidar el patrimonio de todos”.
No hay recetas para la restauración ecológica
Las imágenes del antes y después de la Quebrada de los Refugios muestran el éxito que tuvo el proyecto en esa zona. Reninson cree que esta iniciativa puede replicarse en otras provincias de la Argentina, como Chaco o Formosa. Pero señala que la restauración debe adaptarse a las particularidades de cada área: “No hay que aplicar recetas”.
En las zonas de Córdoba en las que hay incendios, la vegetación es “muy rebrotante”, explicó el experto. En este caso no es necesario plantar, sino cuidar los brotes nuevos. Además, Reninson opinó que lo más importante que hay que hacer es frenar la deforestación. “No tiene sentido estar plantando arbolitos bien pequeños si el de al lado está sacando los bien grandes”, aseguró.
En Córdoba existen otros grupos de voluntarios que realizan restauración de ambientes por fuera de Acción Andina. Sin embargo, se necesitan más acciones y más conciencia, opinó el biólogo. Desde la sociedad y los gobiernos, aún existen resistencias en contra de la reforestación.
Es difícil cuantificar el beneficio individual de tener ecosistemas naturales. El biólogo señaló que esa es una de las razones por las que muchas personas se oponen a la reforestación: “El beneficio de que haya bosques es enorme, pero está diluido en la sociedad”.
*Nota elaborada en el marco del Programa de Mentorías en Cambio Climático para periodistas de la organización Climate Tracker, del que la autora forma parte.