Parecían un cardumen de enormes anguilas. Eran cerca de una decena y venían en todos los tamaños: a los más grandes, el peso les hacía caminar con cierta solemnidad mientras que a los chicos los desbordaba el entusiasmo y ni se esforzaban por disimularlo. La enorme masa blanca contrastaba con el gris de las sierras de un viernes de julio.
Me bajé del auto y me rodearon de inmediato. Los hocicos húmedos me olfateaban de todos los frentes y disimulé los nervios atrás de una sonrisa. “Bueno, bueno, ¡che!”, los calmaron dos hombres y me estrecharon la mano. Un tercero también me saludó, muy amable, pero sin mediar palabra.
La Cocha está a ocho kilómetros de Alpa Corral, monte adentro. El criadero tiene cerca de 3 mil hectáreas y alberga a 25 dogos argentinos adultos y otros tantos cachorros. El establecimiento está inscrito desde 1972 aunque los primeros ejemplares llegaron en 1958.
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El linaje de los animales que viven ahí se remonta a la década del 20, cuando el Dr. Antonio Nores Martínez empezó con los primeros entrecruzamientos y creó al “perro blanco” en su Quinta de Santa Isabel, en la zona sur de Córdoba capital, y en un campo que tenía en Totoral.
Quien me recibió es Ulises D’andre Nores, hijo de Ulises Nores -el fundador de La Cocha-, y nieto del Dr. Nores Martínez. Lo acompañaba Jorge Funes, íntimo amigo y socio del establecimiento desde hace más de dos décadas. Me saludó en silencio Tito, uno de los cuidadores que los ayuda en las tareas diarias.
El encuentro tiene todos los elementos para convertirse en una típica nota de color. Una historia de la Córdoba de antaño, una actividad ajena para la mayoría de las personas como es la cría de perros de pedigree y un protagonista llamativo: el dogo argentino, la única raza nacional reconocida a nivel internacional. Un animal que roza lo mitológico, concebido para cazar pumas y capaz de frenar a un jabalí de 200 kilos con su mordida.
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Pero nos convoca una tragedia. El 10 de julio Trinidad Ballesteros falleció en el Hospital de Urgencias de Córdoba. La adolescente de 15 años fue asesinada por dos dogos que se escaparon de una casa en barrio Estación Flores.
“Los perros le mordieron dos arterias, eso hizo que perdiera mucha sangre, la cara, la cabeza…”, había intentado describir en Arriba Córdoba su tía, Noelia, antes de que su propio llanto interrumpiera su relato.
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El caso conmocionó a la capital provincial y volvió a instalar en la opinión pública si es posible convivir con estos animales en las grandes ciudades, un contexto muy diferente al de la vida rural de principios del siglo XX en el que el dogo surgió.
Una vez más los medios repasaron la ordenanza municipal 13.321 que cataloga a 14 razas y sus mestizos como perros peligrosos y regula su tenencia. También se enumeraron todas las faltas que José Luis Nieto (55), el dueño de los dogos que mataron a Trinidad, había cometido.
En 2022, a raíz de la denuncia de vecinos, la Justicia había determinado que no tenía la seguridad suficiente para controlar a sus perros y lo condenaron a tareas comunitarias pero el hombre no las realizó y pagó una multa de mil pesos. Este viernes agravaron la imputación: pasó de estar acusado por homicidio culposo y lesiones culposas a homicidio simple con dolo eventual, tal como lo había solicitado la familia de la víctima.
Nieto sigue en libertad. Los familiares de Trinidad aseguran que todavía no se acercó a pedirles disculpas.
En diálogo con ElDoce.tv la rescatista y presidenta de Fundación Garra, Celeste Ávila, sostuvo que existe una cadena de responsabilidades detrás de estos casos y mencionó un eslabón que no todos señalan: los criaderos. Argumentó que en algunos casos los perros son entregados sin los recaudos necesarios.
Pero, ¿cuáles son las claves en el nacimiento y primera crianza para que estas mascotas no se conviertan en bestias?¿Y en qué se equivocan los responsables de verdaderas tragedias, como Nieto?
Una crianza diferente
“Nunca, en 40 años, hemos tenido una persona que nos diga: 'Che, tengo un problema con el perro’”, resumió Ulises. Y enumeró los detalles que hacen a La Cocha un criadero que se sale de lo común.
La primera diferencia está en la concepción de los cachorros. A diferencia de muchos, no realizan inseminación artificial sino que permiten que los perros se reproduzcan de manera natural. “No asistimos servicios, no asistimos parto, nada”, remarcó.
Durante los primeros 60 días los animales están en compañía de su madre y la lactancia no se interrumpe pero tampoco se asiste. A los tres meses los animales se incorporan al resto de la jauría y empieza una de las etapas más importantes de lo que definen como el “proceso de socialización".
En convivencia con perros de otras edades, personas y los demás animales que hay en la quinta, cada cachorro reconoce su posición en la jerarquía de la manada. “El concepto principal, con el que por ahí muchas personas no van a estar de acuerdo, es que el perro tiene que ocupar el lugar de animal”, sostiene Ulises.
Y agrega: “En la jerarquía de la familia humana el perro es el que está por debajo de las personas. Eso no quiere decir que uno no se le dé todo el cariño que hace falta, pero querer a un perro significa darle el lugar de animal”. Según el especialista, si el dogo entiende esto difícilmente se torne violento contra una persona.
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La sanidad es otro de los pilares. Dos veterinarios supervisan todo el proceso y se hacen cargo de completar el carnet de vacunación. Además, a los 45 días de vida se les realiza el test auditivo de Baer, que permite identificar la sordera, una enfermedad que está vinculada al gen del albinismo y es recurrente en los perros de color blancos. También les hacen una eco doppler color cardíaco para detectar anomalías congénitas.
Esto se completa con el segundo eje, que es la actividad física. “Es fundamental el espacio y el tiempo que le van a dedicar para hacer ejercicio. No nos olvidemos que estos perros son atletas, necesitan descargar energía”, suma Jorge. Y detalla que son una raza que tiene que realizar dos horas de gimnasia diaria y caminar o correr entre 8 y 12 kilómetros.
La responsabilidad del dueño
“Cuando el cachorro se va de acá, se va con lo que se llama una epigenética grabada”, indica Ulises. Este concepto sostiene que el entorno en el que el animal se desarrolla afecta los genes que expresa, por lo que el animal se verá y comportará diferente a si se hubiese desarrollado en otro contexto.
“Eso se transmite y es como para empezar un buen molde de cachorro. Pero el 40% o 50% de ese perro va a ser lo que la familia le brinde como educación”, advierte.
Un perro de La Cocha cuesta cerca de $250 mil en el mercado local y es aún más caro cuando los exportan al extranjero. Estos precios se sustentan en el prestigio del criadero, por lo que seleccionan a los dueños.
Por eso ofrecen un servicio de “safari”. Alojan a los potenciales compradores durante algunos días, le permiten conocer a los animales y les indican las responsabilidades que conlleva la tenencia de un dogo.
“Lo primero que hacemos es preguntarles si han tenido un perro de raza grande. Si no, empezamos a indagar qué otros animales tienen en la casa. Porque si empiezan a decirte que tienen dos caniches, dos rottweilers, dos bulldogs... Les decimos que no, porque no podés tener en una ciudad cinco o seis perros, vas a tener problemas de jauría”, agrega Ulises.
Y completa: “Después empezamos con el lugar: ¿tenés lugar suficiente?¿tenés tiempo necesario para dedicarle al tiempo para sacarlo?”.
El caso de Trinidad y el concepto de perro peligroso
- El dueño de los dogos que mató a Trinidad está imputado por homicidio culposo pero el abogado de la familia pide que se lo investigue por homicidio simple con dolo eventual. Creen que el dueño tendría que haber sabido que una tragedia de este tipo podía pasar. ¿Ustedes consideran que alguien que tiene un animal de este tipo tiene que conocer esos riesgos? - les pregunté.
“El dueño de cualquier perro de tamaño mediano o grande tiene que saber que tiene que responder penal y civilmente ante cualquier accidente. Yo no sé los términos legales, pero una persona que tiene siete denuncias previas y hasta con una condena establecida, para mi es doloso, no culposo”, define Ulises.
A pesar de esta postura, no se muestra de acuerdo con el término “perro potencialmente peligroso”. “El problema es caer en estigmatizar ciertas razas y tapar con un dedo el problema y no la solución de fondo”, advierte.
“Se mediatizan estas cosas tan crueles y desgracias pero la misma semana pasada tres perros de la calle mataron a una señora en San Juan y a la siguiente en Mar del Plata desfiguraron a un chico. ¿Eso quiere decir que los perros de la calle son malos? No, quiere decir que hay un problema en el que hay que tomar decisiones”, completa.
Dentro de los casos que enumera también se podría sumar el de Milagros, la nena de 9 años que perdió un brazo después de que dos perros mestizos de una familia amiga la atacaran en Valle Hermoso.
“La normativa tiene que estar destinada a los perros que por su tamaño te pueden hacer daño”, sugiere Ulises. Y argumenta: “No es lo mismo que te muerda un caniche o perro chico que uno de más de 25 kilos”.
Más allá de lo que marca cualquier ley, los criadores afirman que el principal problema está en la falta de controles. “Las ordenanzas están pero lo que no hay es control, salís a cualquier plaza de Córdoba y ves los perros sueltos. Y después se rasgan las vestiduras cuando sucede un accidente pero no lo previenen”, dispara Jorge.
“Hay que ser coherentes y consecuentes con lo que uno le transmite al nuevo propietario. Si vas a vivir en la ciudad, no podés sacar a dos perros de tamaño grande juntos, tiene que ir con una buena correa y bozal”, dice Ulises.
Y concluye: “El ser humano va a seguir conviviendo con perros, les guste o no les guste. Y si no es el dogo, tendrán otro de raza grande. Es interminable, la base de todo esto no es prohibir, es reglamentar”.
+ GALERÍA: las fotos del criadero La Cocha: