Trulalá venía de vivir su etapa más exitosa con el tridente compuesto por Cristian Amato, Claudio Toledo y Alejandro Ceberio. Esa etapa de oro se vio interrumpida con la abrupta salida del Loco, por lo que era una misión difícil para los responsables elegir a su reemplazante.
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Para cumplir con semejante tarea, se convocó un casting multitudinario en el Estadio del Centro, a donde llegaron cantantes de todo el país a probarse. “Había mucha gente, todos querían ser el cantante de Trulalá”, recuerda Claudio Toledo, quien participó de la elección junto con la familia Cánovas.
Esa noche, más de 1500 chicos hicieron tres cuadras de una cola que cruzaba el puente Santa Fe y seguía por Costanera, esperando su turno para dar lo mejor de su voz y así lograr ocupar ese lugar tan ansiado. Eran cientos de cantantes que soñaban con subirse a las tablas de la universidad del cuarteto: “Parecía un baile de la cola de gente que había”, rememora Mauricio Cánovas, quien se había hecho cargo del liderazgo del grupo tras la muerte de su papá. Cantantes profesionales, taxistas, albañiles, colectiveros, gente que faltó a su trabajo para estar ahí y él se destacó entre todos ellos.
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“Cuando lo probamos todos dijimos, 'es él', porque tenía un ángel que ya se notaba, venía con Trulalá en las venas”, recuerda Mauricio.
El debut fue un jueves en un baile en General Cabrera, donde Pablo hizo valer su experiencia en el escenario con la banda de Ariel Ferrari para comenzar a enamorar al exigente público trulalero.
“Subió Pablo y se la llevó toda, la rompió, fue indiscutible”, añade Toledo, testigo y compañero del inicio de su fugaz carrera.
Una tipo carismático que se ganó al público
Cuando se pregunta cómo era Pablo Ravassollo, todos coinciden en que era un joven alegre. Una excelente persona, humilde, simpático, con mucha energía, carisma y buen compañero: “Así como vos lo veías en el escenario con esa sonrisa era todo el tiempo, nunca un mal humor ni una cara mala, siempre con esa energía”, destaca Mauricio.
Con una gran ambición por el éxito, pero siempre desde un lugar sano: “Tenía un hambre de triunfar, de que la gente lo conozca, él quería llevar a Trulalá en el hombro y que siga estando en los primeros puestos siempre”, completó.
Claudio Toledo fue su compañero solo por seis meses, pero asegura que fueron "intensos" y que nunca se va a olvidar de ese tipo común, con chispa cordobesa y buena química con los músicos, al que nunca vio discutir con nadie: “Tenía mucho carisma y una voz tropical que era parte del espíritu trulalero”, destaca .
Con él, se impuso una buena costumbre que conectó al público con el grupo: cuando tocaban en el interior, organizaba juntadas con los más fanáticos para ir a comer asados a su casa: “Son momentos que el seguidor no se olvida más”.