Georgia Meloni se despegó de la cumbre ultraderechista que se realiza en España. La premier italiana llegó al poder por Hermanos de Italia, versión actual de las distintas reencarnaciones que ha tenido el Movimiento Social Italiano (MSI) creado tras la muerte de Mussolini por lugartenientes del “Duce” para mantener vigente el fascismo. Pero desde que se convirtió en jefa del gobierno, Meloni se corrió hacia el centro, dejó de elogiar a Vladimir Putin, se puso del lado de Ucrania en la guerra provocada por la invasión rusa, giró hacia una posición favorable a la OTAN y a la Unión Europea (UE) a la que antes cuestionaba, y empezó a apoyar el liderazgo europeísta de la alemana Ursula Von der Leyen.
Al encuentro de los ultraderechistas que organizó Vox en España, apenas mandó un saludo por zoom. Lo mismo hizo Viktor Orban, el ultraconservador y pro-ruso que preside Hungría como una quinta columna de Putin dentro de la UE y la alianza atlántica, para atacarlas desde adentro.
El líder húngaro también es un extremista pero ocupa la jefatura de Estado en su país y piensa, como el común de los mandatarios en funciones, que un presidente no debe asistir a cumbres ideológicas radicales porque, de visitar otro país, debe saludar oficialmente a sus autoridades, algo incompatible con asistir a un evento donde esas autoridades van a ser insultadas y acusadas de los peores crímenes.
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Lo mismo tendría que haber considerado el presidente argentino antes de aceptar la invitación que le hizo Santiago Abascal, el líder de Vox. Pero a Milei no le importó esa incompatibilidad y se convirtió en el único jefe de Estado que asistió al evento de la ultraderecha mundial. Tampoco tuvo problemas en pasar por España sin brindar el saludo oficial correspondiente al jefe de gobierno local, el presidente Pedro Sánchez, y al jefe de Estado, el rey Felipe VI.
Para el país no se trata de una buena noticia. España lleva décadas siendo uno de los principales inversores en Argentina. Pensar que las empresas españolas pasarán por alto esos detalles por el hecho de que el país se está convirtiendo en la plaza más barata y descontrolada del mundo para realizar inversiones, puede ser un error de cálculo.
La nueva estrella de la política mundial. Así se siente Javier Milei. Por eso emprende cada dos por tres viajes que no tienen que ver con los intereses del país que dirige, sino con el ego que le acarician los halagos y ovaciones que recibe. En esos escenarios tan amables no aparece el Milei furibundo que, con los ojos desorbitados y el rostro desencajado, vociferaba insultos y descalificaciones a “los zurdos”, un conglomerado que, en la mente del presidente argentino, está integrado por los liberales clásicos, las centroderechas pragmáticas, los socialdemócratas, o sea todo lo que se extiende más allá de sus convicciones absolutas. El Milei de esos escenarios sonríe y no grita, pero insulta y descalifica a todos los que no piensan como él; igual que cuando se enfurecía, pero sin vociferar.
En el encuentro de la ultraderecha donde no quisieron estar de cuerpo presente Orban, por gobernar y Meloni por la misma razón, aunque también por su corrimiento hacia el centro y en adhesión de la UE que realizó desde que asumió el gobierno de Italia.
Todos los ultraderechistas europeos que fueron a esa cumbre (Marine Le Pen, el polaco Tadeusz Marowiecki y el portugués André Ventura, del partido de extrema derecha Chega, entre otros) son enemigos de la UE y simpatizantes, algunos a viva voz y otros en silencio, del presidente ultranacionalista y ultraconservador que impera como autócrata en Rusia.
Con Milei no tienen en común la adhesión al anarco-capitalismo. Vox es la versión actualizada del falangismo, la versión español del fascismo italiano, por lo tanto su matriz ideológica estaba en el Estado corporativo y totalitario, aunque a partir del Opus Dei tuvo un giro hacia el libremercadismo en el último tramo de la dictadura del general Francisco Franco.
Lo que tienen en común con Milei y con el exponente de la ultraderecha pinochetista de Chile José Antonio Kast, también presente en el encuentro en España, es la consideración de que todos los avances en materia de derechos de la mujer y tolerancia hacia las diversidades que ocurrieron a escala mundial en las últimas décadas, son consecuencias despreciables del “marxismo cultural”.
El presidente argentino encandila a los ultraderechistas del mundo por ser el único anarco-capitalista que llegó a la cumbre del poder y porque, como Jair Bolsonaro, tiene incontinencia a la hora de insultar, agraviar y descalificar con agresividad a todos los que no comparten su fe ultraconservadora y el fundamentalismo económico que convierte en programa de gobierno a las teorías económicas más radicales, como son las de los exponentes de la Escuela Austríaca.
Pero hay algo que debe quedar claro: brillar en el firmamento de la ultraderecha no es brillar en la escena mundial. Lucir como un gran líder en escenarios extremistas es lo contrario a lucir como estadista en el escenario internacional.