Desde hace medio año, el gobierno de Norteamérica denunció una supuesta maniobra de espionaje en su sede diplomática de La Habana. Al menos 24 personas, entre funcionarios de la embajada y sus familiares, sufrieron de vómitos, mareos, desequilibrios, pérdidas de memoria y capacidad auditiva.
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La investigación, encargada por el FBI a las Universidades de Miami y Pennsylvania, concluyó que varios de los afectados presentan daños y alteraciones en la sustancia blanca del cerebro (constituye el 60 por ciento del órgano). La función de esta zona es la de aumentar la velocidad y transmisión de las señales eléctricas de los nervios.
Las supuestas víctimas retornaron a Estados Unidos por mandato de las autoridades de su país. En la ocasión del regreso, se instaló la sospecha de que fueron blancos de un “ataque sónico o acústico”. El gobierno cubano negó las acusaciones porque, sostiene, carece de fundamento lógico y científico.
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Todos los afectados dijeron que antes de exteriorizar las patologías físicas experimentaron raros sonidos focalizados y vibraciones en sus habitaciones.
Desde Washington no se pudo determinar qué instrumento ni cuál país está tras las “maniobras de vigilancia y asedio”. Nunca se confirmó el rumor sobre que fueron agresiones realizadas con disparos de equipos de microondas contra el edificio diplomático por espías cubanos, rusos, iraníes o de Corea del Norte.