El atentado en Niza, Francia, dejó a 84 personas muertas y más de 200 heridos luego de que un terrorista las atropellara con un camión. El Papa Francisco, quien repudió el hecho y condenó la matanza, recibió a familiares y víctimas.
En una ceremonia de gran carga emotiva, insistió en el diálogo entre cristianos y musulmanes y, en medio de un absoluto silencio pidió: “Cuando las tentaciones de replegarse sobre sí mismo, o de responder al odio con el odio y a la violencia con la violencia es grande, una auténtica conversión del corazón es necesaria”.
En su discurso en el gran vestíbulo del Vaticano se dirigió hacia los presentes: “Para mí supone una gran emoción verlos, a ustedes que sufren en vuestro cuerpo y vuestra alma porque una noche de fiesta la violencia los golpeó ciegamente”.
Después de aquella trágica noche, el Sumo Pontífice renovó sus llamados al diálogo y luego se mezcló entre la multitud para brindarles su cariño y amor. “El establecimiento de un diálogo sincero y de relaciones fraternales entre todos, en particular entre aquellos que tienen fe en un Dios único y misericordioso, es una urgente prioridad”, concluyó.