Karen Alejandra Salinas Rodríguez, desapareció a los 16 años, en enero de 2014, en el municipio de San Fernando, Tamaulipas, México.
Ella estaba en un auto, cuando varios sujetos le bloquearon el paso y se la llevaron secuestrada. Posteriormente, y después de cobrar varios rescates a cambio de su libertad, Karen fue asesinada.
Desde que desapareció su hija, Miriam Rodríguez se dedicó a solo un objetivo: encontrar a los asesinos y llevarlos presos.
Por lo que desde 2014, armada con una pistola, tarjetas de identificación falsas y disfraces, Miriam se convirtió en detective.
Entre otras cosas, se cortó el pelo, se lo pintó, se hizo pasar por encuestadora, trabajadora de salud y funcionaria electoral para conseguir los nombres y direcciones de los asesinos.
De esta manera, logró tener de cada uno sus hábitos, sus amigos, sus ciudades de origen, su niñez.
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Así, por ejemplo, sabía que uno de los hombres antes de unirse al cártel de los Zetas e involucrarse en el secuestro de su hija, había vendido flores en la calle y cuando fue por él, había vuelto a ese oficio. Lo atrapó en el paso fronterizo y fue arrestado.
En tres años, Miriam capturó a casi todos los que habían secuestrado a su hija para pedir rescate. Atrapó en total a una decena de criminales.
La señora había solicitado al gobierno algún tipo de protección con escoltas armados, ya que en marzo de 2017 más de 20 presos se escaparon del penal en Ciudad Victoria y tres de ellos fueron a su casa y la asesinaron.
Su sorprendente campaña cambió la vida de San Fernando, al menos por un tiempo. La gente se conmovió por la búsqueda de Miriam y se indignó por su muerte.
El municipio colocó una placa de bronce en su honor en la plaza principal. Su hijo Luis se hizo cargo del grupo fundado por su madre, un colectivo integrado por las numerosas familias locales cuyos seres queridos han desaparecido. Las autoridades prometieron capturar a sus asesinos.