La elefanta Pocha murió este jueves en el santuario de elefantes de Mato Grosso, Brasil. Tenía 55 años y había sido trasladada desde Mendoza en abril de este año junto a su hija Guillermina, de 22.
Las causas del deceso se desconocen y las autoridades brasileñas confirmaron que le harán una autopsia para conocer qué le ocurrió. “Hace unos días notamos que era exigente con su heno, aunque todavía estaba pastando y disfrutando de todos los productos que le daban”, comentaron desde el santuario.
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Y agregaron que “después de una inyección de vitaminas anoche se veía más brillante y, aunque todavía estaba cansada, tenía más brillo en sus ojos”. “Sin embargo, cuando volvimos a verla más tarde esa noche, descubrimos que había fallecido”, informaron.
Cuando estuvo en Mendoza, la elefanta tuvo reacciones que despertaron la preocupación de los profesionales pero nunca recibió un diagnóstico.
Despedida
Desde el santuario contaron que las demás elefantas realizaron una ceremonia de despedida. Relataron que su hija Guillermina “gritó largamente para llamar a sus amigos” y que todas se posaron alrededor de Pocha.
Algunas mantuvieron distancia y otras se acercaron a olerla. “Tuvieron uno de esos momentos en los que solo los elefantes se entienden. Tienen una habilidad innata para comunicarse entre sí”, indicaron.
Pocha
La elefanta llegó a Argentina en 1980 desde Londres. Permaneció en el zoológico de Mendoza donde tuvo a Guillermina. En 2020, el Gobierno de esa provincia firmó un convenio con el santuario de Mato Grosso para trasladar a cuatro elefantes del exzoológico que se había convertido en un ecoparque.
Recorrió 3600 kilómetros por tierra para llegar al único lugar de Sudamérica que tiene ambientes naturales adaptados para su especie. Viajó junto a su hija en contenedores diseñados para su traslado. Antes ambas habían estado un año en cuarentena.