Una decisión dolorosa. En medio de la sala de la Alta Corte de Gran Bretaña, donde el juez dio el peor de los anuncios, Chris Gard y Connie Yates gritaron desesperadamente “¡No!”. Ellos son los padres de Charlie Gard, un pequeño de ocho meses que tenía una extraña enfermedad genética.
El bebé estaba internado en el Hospital Great Ormond Street de Londres. Ya no podía oír ni moverse. Una médica aseguró que estaba sufriendo innecesariamente. Charlie tenía una enfermedad mitocondrial que causa el debilitamiento progresivo de los músculos y daños cerebrales.
Sus padres querían llevarlo a Estados Unidos para someterlo a un tratamiento. Para ello, recaudaron fondos a través de una colecta pública. Sin embargo, el juez Nicholas Francis sostuvo que debían desconectarlo, a pesar de que iba contra la voluntad de los padres. Con la “absoluta convicción” de que estaba haciendo lo mejor para el bebé, aseguró que merecía “una muerte digna”.
Durante el juicio, el magistrado se expresó con tristeza: “Quiero dar las gracias a los padres de Charlie por su campaña valiente y digna en su nombre, pero más que nada, rendir homenaje a su total dedicación a su maravilloso niño, desde el día en que nació”.
Chris Gard hizo un último pedido durante la audiencia: consideró que su hijo “merecía otra oportunidad”. Sin embargo, la Corte consideró que era cruel que el pequeño siguiera sufriendo sin posibilidades de curarse.