Ana Julia Quezada, la madrastra dominicana que confesó el crimen del hijo de su pareja, enfrenta una segura condena a perpetua. Mientras espera el juicio, está presa en una cárcel española.
La mujer pasa sus días bajó estrictas medidas de seguridad para evitar que se suicide y es controlada por una presa argentina de 46 años. Si bien no se conoce su nombre, se sabe que cumple condena desde hace 10 por matar a su marido y ella se presentó de manera voluntaria, por la que recibirá beneficios penitenciarios.
Como era de esperarse, la condena pública llegó a la mujer, de 43 años y madre de dos hijas, una de las cuales murió en circunstancias confusas cuando era una niña. Por eso, las autoridades temen que Quezada quiera quitarse la vida.
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Al ingresar a la cárcel fue recibida con pececitos en recuerdo de Gabriel, siguiendo la campaña impulsada por sus padres, apenas desapareció el nene.
El centro penitenciario tuvo que aplicar el régimen más seguro y más duro de la cárcel: el aislamiento, lo que le impide comer con el resto de presas o salir al patio con ellas. Solo pasa las horas con la mujer argentina, quien debe velar por la vida de Ana Julia, se la llama “presa sombra”, ya que la controla permanentemente.
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Además, le están dando ansiolíticos y, aseguran que está arrepentida por lo que hizo. En su celda, la mujer tiene televisor y puede fumar, pero no sale demasiado. Su primera llamada desde la cárcel del Acebuche fue a su madre, para pedirle dinero y perdón por el terrible crimen.
Gabriel Cruz tenía 8 años y estuvo 12 días sin que se supiera nada de él: su desaparición movilizó la búsqueda de una persona más grande en la historia del país. El 11 de marzo, encontraron su cuerpo en el baúl de un auto. El coche lo conducía Ana Julia, pareja del padre del chico.