Que un gobierno decida cortar sus relaciones con Israel en repudio a su ofensiva sobre la Franja de Gaza, no es cuestionable en sí mismo, debido a la inmensa cantidad de muertes civiles y de destrucción que está causando esa operación militar. Pero tomar esa medida sin hacer lo mismo con Rusia, como está haciendo el presidente de Colombia Gustavo Petro, revela una inmensa y despreciable hipocresía.
Junto con Hamás, Netanyahu es responsable de las miles muertes de civiles palestinos, incluyendo gran cantidad de niños, que produce su respuesta brutal a las masacres y secuestros masivos que perpetró la organización islamista, mientras que Vladimir Putin es responsable exclusivo de la destrucción de centros urbanos y de las miles de muertes civiles que causan sus bombardeos en la guerra expansionista que inició sin justificaciones razonables.
Petro mostró el ideologismo absurdo y políticamente deshonesto de la medida que anunció. Una decisión deplorable no por cuestionar la ofensiva israelí y sus consecuencias trágicas, sino por no acompañar ese cuestionamiento con otro al criminal accionar de Putin sin que Rusia hubiera sido atacada.
La misma falencia tienen las voces que en todo el mundo protestan contra Israel mientras callan sobre los crímenes del líder ruso y los de su socio iraní, el régimen oscurantista de los ayatolas.
Eso es también lo que le falta a las protestas que están sacudiendo universidades norteamericanas y francesas. Seguramente, a la mayoría de los estudiantes estadounidenses y galos que están ocupando claustros para protestar contra la guerra en Gaza, como a tanta gente en otros países, los moviliza una entendible y sana solidaridad con el padecimiento de los civiles gazatíes. Pero también es evidente que a muchos de los agitadores en estas rebeliones universitarias que empiezan a parecerse a las protestas contra la guerra en Vietnam y a las del Mayo Francés de 1968, los moviliza un antisemitismo que los hace funcionales a Hamás.
A esto lo confirma el grafiti pintado en Columbia por activistas pro-palestinos que acusa de “hipócritas” a “quienes se solidaricen con nuestros cadáveres y no con nuestros misiles”.
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Solidarizarse con esos misiles es solidarizarse con las masacres cometidas por Hamás para provocar las destructivas respuestas de Israel que abonan con sangre palestina la estigmatización del Estado israelí y de los judíos.
El gobierno extremista de Netanyahu y sus socios ultra-religiosos recurren, sin decirlo abiertamente, a la misma estratagema de la consigna pintada en la universidad neoyorquina, para justificar los crímenes que implica su ofensiva sobre ciudades gazatíes.
Esta guerra plantea una encrucijada. Es imposible que Israel, un Estado al que muchos de los países y organizaciones políticas y religiosas que lo rodean no reconocen derecho a existir en medio Oriente y, desde su fundación, lo atacan con intención de destruirlo, deje sin respuesta contundente un ataque como el de Hamas el pasado octubre. Dejar esas masacres sin un durísimo castigo alentaría la repetición de actos sanguinarios.
Pero las muertes de decenas de miles de civiles que causa esa respuesta militar constituyen, objetivamente, crímenes de guerra.
Aunque no lo diga de manera explícita, Netanyahu justifica la catástrofe humanitaria que causa su operación militar, acusando de anti-semitismo a quienes se solidarizan con las víctimas israelíes del monstruoso pogromo del siete de octubre y con los cientos de judíos encerrados en los túneles de Hamas, sin solidarizarse con sus bombardeos y restricciones al ingreso de alimentos y medicamentos en Gaza.
El anti-semitismo es una aberración demasiado seria para que la utilice en defensa propia un gobernante corrupto y expansionista, junto con sus aliados extremistas.
La ofensiva israelí parece planteada para que los civiles de la Franja de Gaza sientan en carne propia la consecuencia de estar gobernados por una organización terrorista como Hamás. Es importante denunciar esto, como también es importante denunciar la estrategia de Hamás que hace de los gazatíes carne de cañón en su política de estigmatización de los judíos.
¿Es posible solidarizarse con los muertos por las bombas israelíes y no con los misiles de Hamás? como reclaman los activistas universitarios que se hacen eco del yihadismo palestino en Estados Unidos. La respuesta es “Sí”.
Es posible y necesario solidarizarse con las víctimas civiles de la Franja Gaza, sin hacerlo también con los ataques de Hamás contra blancos civiles israelíes.
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No sólo es necesario rechazar la segunda solidaridad reclamada en la consigna, también es imprescindible repudiarla. En ella, la palabra “misiles” no sólo se refiere a los proyectiles que lanza la criminal entidad ultra-islamista. Abarca también atrocidades como el pogromo que el siete de octubre del 2023 masacró civiles en kibutzim y moshavin israelíes, secuestrando además cientos de trabajadores de esas aldeas agrícolas de producción cooperativa, para encerrarlos en los túneles de Gaza.
¿Es posible repudiar ese acto criminal de Hamás contra civiles israelíes, y también repudiar las consecuencias de la respuesta israelí y reclamar el fin de los bombardeos?
La respuesta es “Sí”, se puede repudiar el cobarde y criminal asalto de yihadistas que masacró, violó y secuestró en masa a judíos de las aldeas comunitarias, y al mismo tiempo denunciar y reclamar que se detengan los bombardeos que están matando a miles de civiles gazatíes, entre los que hay un porcentaje altísimo de niños.