Desde que Roberto José Carmona (62) empezó con su escalofriante lista de crímenes, desde su adolescencia, las pericias psicológicas lo definieron como un psicópata irrecuperable. Tres décadas después, él mismo se reconoció como un “depredador” y relató con absoluta frialdad cómo cometió su último homicidio contra el taxista Javier Bocalón, luego de escaparse de una salida transitoria que le habían otorgado en Chaco para visitar a su esposa en Córdoba.
Carmona se burló de todos: de sus víctimas, de los jueces, de los abogados, de los policías y también de las leyes que establecen ciertos beneficios para las personas privadas de su libertad. Lo hizo en su fuga de diciembre de 2022 y lo repitió esta semana al sentarse frente al tribunal dentro de una caja blindada para que esta vez no tenga escapatoria.
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Después de la novena condena en su saga de terror (la tercera a perpetua), la causa por el crimen de Bocalón interpela al Estado. Más allá de las responsabilidades del exjuez chaqueño Juan José Cima y de la jueza de la misma provincia, Ligia Duca, quienes le concedieron las salidas transitorias, es necesario revisar hacia adelante qué hacer con este tipo de criminales en Argentina.
En el cierre del juicio en la Cámara Octava del Crimen, el propio fiscal Hugo Almirón reconoció la necesidad de darle respuesta a la sociedad de por qué un delincuente de esta peligrosidad viajaba casi 800 kilómetros con todo tipo de privilegios, con guardias, un paramédico y pago de viáticos.
Para el fiscal de Cámara “amerita que el Congreso analice las leyes y tendrá que modificarse en el futuro”. Carlos Nayi, abogado querellante en este caso, también reclamó la inconstitucionalidad de artículos de la ley de ejecución penal referidos a las salidas transitorias para presos del nivel de Carmona. Así, la pelota pasó hacia diputados, senadores y jueces. Mientras tanto, el mismo Estado deberá cuidar que el depredador no se le vuelva a burlar.