Un año después del pogromo sanguinario que lanzó Hamás en Israel el 7 de octubre del 2023, está claro que se trata de un punto de inflexión que redefine el ya letárgico conflicto entre el Estado judío y sus enemigos en Oriente Medio. ¿Cuál fue la realidad que terminó y cuál la que tuvo su inicio hace exactamente un año?
Acabó la idea de statu quo, no negociado ni pactado sino de facto, por el cual Hamás lanzaba cada dos, tres o cuatro años andanadas de misiles a Israel, que eran respondidos con mayor capacidad de destrucción y muerte, porque el grueso de los proyectiles disparados desde la Franja de Gaza era interceptado por el eficaz sistema de defensa antiaérea israelí.
Hasta hace exactamente un año, ni los ataques de Hamás amenazaban la existencia de Israel y las represalias israelíes amenazaban el régimen de Hamás en Gaza.
Pues bien, eso ya no existe. El ataque del 7 de octubre fue más allá de todo lo actuado hasta ese momento, motivando en Israel la decisión de destruir totalmente a Hamás y su régimen.
Del mismo modo, el bombardeo que desde el sur del Líbano inició Hezbollah contra Israel a renglón seguido del pogromo marcó el fin de un statu quo no negociado ni pactado, pero que se dio de facto a partir de la guerra del 2006. Una realidad similar a la que imperaba en el sur de Israel. O sea, aunque criminales, los ataques de Hezbollah no amenazaban la existencia del Estado judío, cuyas respuestas a esos ataques, por duras que pudieran ser, no amenazaban la existencia de Hezbollah en el Líbano.
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Si la organización financiada, pertrechada y dirigida desde Irán bombardeó Israel justo después del pogromo más monstruoso y letal perpetrado en Israel, lo que hizo fue trasponer la línea roja que regía de facto. Por lo tanto, empujó a Israel a la decisión de embestir contra Hezbollah pero, esta vez, con la intención de destruirlo total y definitivamente.
Esa nueva realidad en el conflicto Israel, Hamás, Hezbollah condujo a un replanteo geopolítico total, rompiendo otro statu quo de facto.
Hasta esta nueva faz del conflicto, Irán atacaba a Israel, pero nunca de manera directa, sino a través de sus proxies. A su vez, Israel cometía atentados en la República Islámica, pero no la bombardeaba de manera directa. En la nueva realidad geopolítica del Oriente Medio, el estado judío y el régimen de los ayatolas se atacan de manera directa.
Esta nueva realidad, a su vez, genera una inmensa presión sobre los países árabes que están más cerca de entenderse con Israel que de poner fin a su desconfianza y aversión por la teocracia persa. De hecho, Arabia Saudita congeló su decisión de suscribir los Pactos de Abraham, que hubieran significado una victoria estratégica valiosísima de Israel sobre Irán.
En el año transcurrido, las victorias militares tácticas son de Israel, que ha decapitado y acorralado a Hezbollah como nunca antes, del mismo modo que ha reducido militarmente a Hamás como jamás había ocurrido, pero en el campo estratégico la victoria es de Hamás y Hezbollah, que lograron el mayor aislamiento internacional que haya sufrido Israel desde su fundación, así como la mayor visibilidad y demostraciones de apoyo a la causa palestina en el mundo entero. Tantas que quedó eclipsado el monstruosamente cruel pogromo del anterior 7 de octubre, con su más de mil doscientas muertes y el secuestro masivo de personas, incluidas mujeres, ancianos y niños, recluidos de manera tortuosa en los infinitos túneles donde se protegen los líderes y los yihadistas de Hamás, pero no puede hacerlo el diezmado pueblo gazatí.