El riesgo de una guerra abierta entre las fuerzas norteamericanas desplegadas en el Caribe y las fuerzas armadas de Venezuela ha escalado a un nivel del que parece no haber retorno.
Hasta aquí, el régimen chavista se mantenía decidido a no reaccionar ante las acciones militares realizadas en el mar y las provocaciones áreas de la fuerza desplegada por Donald Trump frente a las costas de Venezuela.
Mientras tanto, ambos daban tiempo a que las negociaciones que se realizan por distintas vías logren un acuerdo que conjure una guerra. Pero la ausencia de reacciones por parte del régimen de Nicolás Maduro envalentonó a Trump a avanzar con sus acciones hasta el punto de imponer un bloqueo total a las exportaciones de petróleo venezolano, consciente además de que, representando sólo el uno por ciento del mercado mundial, la tensión, incluso la guerra, no provocará una escalada sideral de los precios internacionales del crudo. Pero en ese punto, el jefe de la Casa Blanca encontró la primera reacción de Maduro que puede hacer saltar la chispa que haga estallar la guerra abierta entre la potencia del norte y el país sudamericano: ordenó que buques artillados y cañoneras de la fuerza naval de Venezuela escolten los cisternas que saquen el petróleo de PDVSA hacia los países que lo compran, fundamentalmente a China, que es el principal importador del crudo de ese país caribeño.
+ MIRÁ MÁS: La criminalidad antisemita y el uso banal del antisemitismo
Si las naves norteamericanas se cruzan con los cisternas escoltados por la fuerza naval venezolana, el choque será inevitable y actuará como la chispa que detonará la guerra. Una trágica guerra entre una dictadura facinerosa y brutalmente represiva, y un autócrata estadounidense decidido a poner bajo su sombra la totalidad de las Américas.
Trump eligió al régimen calamitoso que impera sobre Venezuela para inaugurar una nueva era que unifica la teoría que planteó James Monroe en la primera mitad del siglo 19 (América para los americanos), con la praxis que aplicó Theodore Roosevelt en la antesala del siglo 20, haciendo la guerra que terminó con el imperio de ultramar español. Doctrina y garrote para que no haya presencias europeas en ningún rincón de las Américas, hoy abarcando sobre todo a China y a regímenes centroasiáticos como el iraní.
En lo político, Trump se mete de lleno en procesos electorales, como lo hizo en las recientes elecciones legislativas en Argentina y en los comicios presidenciales de Honduras. Y militarmente, el bautismo de fuego será en Venezuela.
De jugar al tiro al blanco contra embarcaciones supuestamente narcos en el Caribe, asesinando a casi un centenar de personas, a iniciar vuelos sobre el territorio venezolano y apropiarse por la fuerza de un gigantesco buque cisterna que llevaba un lago de petróleo, sin que en ningún caso hubiese respuesta militar del régimen chavista.
A los aviones F-18 que sobrevolaron zonas estratégicas con el Lago Maracaibo y el estado de Falcón sin que le salieran al cruce los cazas Sukhoi que les vendió Rusia ni los F-16 norteamericanos que adquirió el gobierno democrático de la década de 1980. Algún escuadrón aéreo venezolano podría haberse acercado a los aviones intrusos, para presionarlos a abandonar el espacio aéreo, pero no se movió una hoja en las bases aéreas locales. Por supuesto, tampoco hubo fuego antiaéreo utilizando los sistemas antiaéreos Buk o los misiles S-300 que les envió Putin.
Después de esa señal de exagerada prudencia chavista frente a la incursión aérea norteamericana, vino otra muestra similar, pero en el escenario naval. Trump fue el capitán Jack Sparrow y sus piratas del caribe, abordando un buque cisterna y secuestrándolo, sin que saliera al rescate alguna embarcación de las fuerzas navales de Venezuela. El guerrerismo de Maduro y Diosdado Cabellos se quedaba en el mundo de las palabras. Una muestra de debilidad que llevaría a Trump a anunciar un bloqueo total a los puertos desde donde sale el petróleo de ese país hacia el mundo y, en los próximos días o semanas, a la siguiente etapa: bombardeos desde el aire y desde el mar a blancos terrestres.
Pero llegó el primer desafío militar chavista. Ocurre que el bloqueo naval que anunció Trump haría colapsar en semanas la capacidad de acopiar petróleo en cisternas sobre el territorio venezolano, por lo que PDVSA tendría que cerrar posos en actividad.
Si el petróleo no puede salir por mar hacia los países compradores porque los buques norteamericanos interceptan los barcos cisterna para apropiarse de lo que transportan, el colapso llegará pronto. Por eso a Maduro no le quedó otra alternativa que salir de su decisión de dejar pasar las provocaciones y las acciones militares de Trump para no dar pie a un choque directo que haga detonar una guerra abierta. Y lo hizo ordenando a las fuerza naval de Venezuela escoltar a los buques petroleros que salgan de sus puertos.
De ese modo, ahora es Donald Trump el que debe decidir si cumple su orden de bloqueo a los barcos petroleros. Si lo hace, tendrá que disparar contra los buques de guerra locales que los escolten. Y estallaría la guerra abierta.


