Otros dos buques petroleros fueron interceptados e incautados por la flota norteamericana desplegada frente a las costas de Venezuela. De haber estado escoltados por navíos de la fuerza local, como ordenó Nicolás Maduro, algunas de las embarcaciones de uno y otro bando podría haber disparado sus cañones, iniciando una batalla naval. La chispa que encenderá la guerra abierta.
La pregunta es si esa batalla naval, ahora más posible que nunca, ocurrirá en los próximos días o semanas, o si antes de que ocurra habrá una intermediación, por ejemplo la que propuso hacer Lula da Silva. Si la mediación del presidente de Brasil se realizara ¿sobre qué punto negociarían Donald Trump y el régimen del chavismo residual?
Ocurre que el jefe de la Casa Blanca ha ido cambiando la justificación del despliegue naval en el Mar Caribe. Al iniciarlo, dio a entender que buscaba la caída de Maduro, el fin del régimen y la asunción de la presidencia del ganador de la elección presidencial realizada el año pasado: Raimundo González Urrutia.
Cuando empezó a bombardear embarcaciones que presuntamente transportaban drogas, asesinando a los tripulantes, habló casi exclusivamente de una guerra contra el narcotráfico. Aunque el situar a Maduro como jefe del Cartel de los Soles lo convertía en blanco legítimo de las fuerzas estadounidenses, la guerra estaba planteada contra el narcotráfico y tenía como único fin cortar definitivamente el tráfico de drogas desde Sudamérica hacia Estados Unidos.
Plantear eso llevó a la Casa Blanca a colocar también en la mira a Colombia, ya que desde sus costas, tanto caribeñas como en el Pacífico, parte el grueso de la cocaína que se consume en Norteamérica. Y como a renglón seguido comenzó la captura e incautaciones de buques cisternas cargados con petróleo de PDVSA, Trump comenzó a hablar de otro objetivo: que el régimen devuelva las empresas norteamericanas que fueron expropiadas.
A esta altura, a milímetros de que estalle una guerra abierta, corresponde preguntarle a Donald Trump cuál es, finalmente, el objetivo del despliegue naval y de sus acciones militares, porque ya ha dado tres razones diferentes, sin ligar una con otra ni explicar el cambio en su discurso.
Por cierto, uno de esos tres objetivos diferentes señalados por Trump puede contener a los otros dos, como una mamushka. En este caso, la más grande de las muñecas rusas sería la caída del régimen que encabeza Maduro, porque si es un cartel narcotraficante como plantea la Casa Blanca, su caída implicará también el final del aparato que trafica drogas hacia Estados Unidos. A su vez, la caída del régimen podría traspasar el poder a un gobierno democrático encabezado por González Urrutia, con María Corina Machado como vicepresidenta, que devolvería de inmediato las empresas norteamericanas que fueron expropiadas por la dictadura.
En cambio, tal como está planteado por Trump, si Maduro aceptara restituir las empresas expropiadas a sus dueños estadounidenses, el bloqueo marítimo debería terminar, por lo tanto también debería acabar el formidable despliegue naval en el Caribe.
Si además de la restitución de empresas, el régimen venezolano añade una colaboración visiblemente eficaz para que la DEA pueda actuar dentro de Venezuela y desmantelar, junto con las fuerzas policiales y militares locales, las bandas narcotraficantes locales, Maduro, Diosdado Cabello, la vicepresidenta Delcy Rodríguez y el general Vladimir Padrino López habrían comprado el derecho a seguir imperando sobre los venezolanos sin contar con el respaldo de la voluntad popular.
Lo único que está claro es que el peligro de una guerra abierta en territorio sudamericano alcanzó un nivel sin precedentes, y que las argumentaciones de Donald Trump han ido sucediéndose de manera confusa, sin ser integradas en un único plan que sea posible de explicar. Y la falta de claridad posiblemente se debe a que el propio Trump no tiene en claro sus objetivos.
A juzgar por su accionar en otras latitudes, al magnate neoyorquino no le importa si los venezolanos son gobernador por autoridades que ellos mismos eligen en verdaderas elecciones democráticas, sino que haya un gobierno que rompa los fuertísimos vínculos que el régimen venezolano tiene con Rusia, Irán y China. Y si de verdad estuviera en guerra contra el narcotráfico no habría indultado al ex presidente hondureño Juan Orlando Hernández a pesar del cúmulo de pruebas presentados por la CIA y la DEA mostrándolo como un narcotraficante de gran porte. Que para fortalecer las chances electorales del candidato ultraconservador hondureño Nasry Asfura, liberó a su correligionario del Partido Nacional y ex socio político Juan Orlando Hernández, prueba que su disposición a terminar con los narcos es frágil.


