El 7 de octubre se reavivó la tensión en Medio Oriente, a partir del ataque sin precedentes de Hamas en el sur de Israel.
El Doce decidió enviar un equipo periodístico, que integramos con el camarógrafo Mauro Terenzio, para reflejar con ojos cordobeses, desde el terreno, el conflicto que tiene en vilo al mundo. A continuación, los momentos más intensos de esta cobertura histórica:
Al otro lado del río Jordán
La espera en Ammán, la capital de Jordania, fue de dos días. Llegamos ahí después de más de 30 horas de viaje desde Córdoba. Con el camarógrafo Mauro Terenzio recorrimos los mostradores del aeropuerto de Frankfurt, Alemania, en busca de tickets a Tel Aviv. Como la mayoría de los vuelos estaban cancelados, decidimos comprar los pasajes que nos llevarían al punto más cercano a Israel. Las fronteras con Jordania estaban cerradas, había que armarse de paciencia.
Eran días de masivas manifestaciones anti israelíes en Ammán y muchas otras ciudades de la región. Aprovechamos para recorrer el centro y visitar el histórico anfiteatro romano. Al tercer día de nuestra llegada se reabrieron los cruces fronterizos. Viajamos en remis dos horas y media hasta el puente Sheik Hussein, que cruza el río Jordán, un curso de agua con el caudal del Río San Antonio a la altura de Icho Cruz en época seca. El viaje fue pura ansiedad. Cerca de la frontera teníamos que bajarnos, tomar otro taxi y luego un colectivo para llegar a Israel. Imposible entender la lógica de ese sistema. El trámite de migraciones del lado jordano fue bastante caótico, había que hacer colas que no estaban bien señalizadas en medio de gritos y empujones. Nos ayudó Layla, una árabe israelí que volvía de unas vacaciones en Europa y entendía bien la situación, qué trámite había que completar, qué tasa pagar, etc.
En la tierra prometida, con demoras
Al cruce lo completamos unas tres horas después de lo previsto. Los controles israelíes fueron tan exhaustivos como podíamos imaginar. Los equipos que llevábamos para nuestra cobertura venían llamando la atención en todos los aeropuertos transitados. En territorio de Israel nos esperaba un amigo, el cordobés Ariel Horovitz, radicado allá desde hace más de tres décadas, que ofició de guía de lujo en ese primer día.
Nos tomamos un café en un centro comercial pegado a la frontera jordana, en la zona de Beit She´an, donde se vivía una situación de relativa tranquilidad, viajamos dos horas a Tel Aviv, dejamos el equipaje en el hotel que ya teníamos reservado desde Córdoba, y partimos rápido hacia Jerusalén. Queríamos arrancar de entrada con un registro de impacto: el icónico Muro de los Lamentos, con las imponentes cúpulas del Domo de la Roca y de la Mezquita de Al Aqsa de fondo, despoblado. Sin turistas, unos pocos judíos ortodoxos rezaban en el lugar. Ahí grabamos nuestras primeras notas.
Alarmas a toda hora
Las primeras sirenas alertando sobre la necesidad de buscar refugio porque alguno de los misiles disparados por Hamás iban en nuestra dirección nos encontró a horas de haber llegado a Israel, en Ramat Gan, un suburbio de Tel Aviv, en la casa de un desconocido al que le íbamos alquilar cascos y chalecos antibalas.
El proceso de ir a refugios, escuchar el ¡buuum! posterior o ver directamente en el cielo el espeluznante espectáculo de la explosión del cohete que venía de Gaza neutralizado por otro del sistema de defensa israelí llamado Cúpula de Hierro, se transformó en algo rutinario. Nos pasó en infinidad de lugares. En el hotel en Tel Aviv donde hacíamos base se añadía el tedio de tener que bajar por escalera siete niveles: desde nuestra habitación en el quinto piso hasta el segundo subsuelo donde estaba el búnker. Impresionante cómo nos acostumbramos al cabo de unos días.
En las zonas cero
Primero recorrimos Sderot, la ciudad más grande de las localidades que los atacantes coparon. Una ciudad habituada al lanzamiento de misiles, con refugios públicos cada 100 metros o menos. Pero que nunca imaginó que podría ser invadida por hordas de Hamás lanzadas a una brutal cacería humana. Más del 70% de sus habitantes la habían abandonado tras la matanza. Ahí constatamos por primera vez la cercanía, la proximidad entre esos mundos tan diferentes.
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Algunas viviendas de Sderot tienen vista directa a edificios de Gaza. Para ilustrar esa situación, nos pusimos por primera vez a tiro desde la ciudad controlada por Hamás. La situación más gráfica de este tipo, de la vecindad entre Gaza y las ciudades y pueblos israelíes atacados, la encontramos en Nir Oz, el kibutz donde fue secuestrada la cordobesa Karina Engelbert, junto a sus hijas y su marido. Ahí mostramos incluso la perforación en el cerco por donde se produjo la intrusión del terrible sábado 7 de octubre y por donde, quizás, Karina y familia fueron llevados a Gaza. El estruendo por las explosiones que provocaba el fuego cruzado en medio del cuál nos encontrábamos motivaron a Jorge Cuadrado a pedir en plena transmisión que nos alejáramos del sector, que busquemos lugares más seguros.
Romina, la cordobesa que espera por su hermana y sus sobrinas
Viajamos hasta Ofakim, a más de 20 kilómetros de Gaza, la ciudad más lejana al territorio palestino que alcanzaron los atacantes de Hamás. Allí nos conmovimos con el testimonio de Romina Schwalv, la maestra jardinera de origen cordobés hermana de Karina, la rehén de Hamás. Imposible no llorar junto a ella cuando detallaba cómo fueron sus últimos contactos, cuánto ansiaba reencontrarse con sus familiares, cómo padece ella el sufrimiento de sus hijas, que no quieren asomarse fuera de sus dormitorios.
Salimos a acompañarla a fumar un pucho al patio de su departamento y segundos después de escuchar los ¡buuum! constantes, vimos encima nuestro las nubes formadas por las intercepciones de la Cúpula de Hierro. Romina nos explica que en el cielo de Ofakim terminan su trayecto los misiles disparados desde Gaza apuntando hacia la ciudad israelí de Beer Sheva.
El refugio que fue una trampa
En la entrada del predio donde fue la rave en la que 260 jóvenes fueron masacrados había una parada de colectivos, en plena ruta, en medio de la nada. Ni una construcción a la vista, un paisaje bastante desértico. Al lado de la parada de colectivos, uno de los tantísimos refugios antimisiles públicos del sur de Israel. Pasábamos por esa ruta ahí cuando vimos una ambulancia y mucho movimiento. Eran expertos en la búsqueda y recuperación de cuerpos humanos. Su trabajo se concentraba dentro del refugio, donde un número aún indeterminado de gente había sido asesinada. Otro de los tantos lugares donde el “olor a muerte” era abrumador.
Mi primo, un sobreviviente
En el Mar Muerto teníamos otra alta misión periodística, que incluía un componente personal. Hacia la depresión más profunda del mundo, ubicada a 430 metros bajo el nivel del mar, íbamos a registrar el drama de parte de los miles de desplazados de las zonas cercanas a Gaza. Los confortables hoteles de la ciudad turística de Ein Bokek alojan por tiempo indefinido a la gente que tiene sus casas destruidas por el ataque de Hamás.
Todos conocen a alguien asesinado. Muchos tienen familiares secuestrados. Entre ellos, un primo hermano mío, Naor Piekarz, quien sobrevivió escondido 20 horas en el refugio de su casa en Be´eri, junto a su mujer, sus cuatro hijos, y la novia de su hijo mayor. Nos contó que al ser rescatado por un comando de las Fuerzas de Defensa de Israel, en medio de un tiroteo con los atacantes de Hamás que todavía merodeaban por los alrededores de su casa, les tapó los ojos a sus hijas más chiquitas, para que no vieran tantos amiguitos muertos. El abuelo de sus hijos, el suegro de Naor, está entre los asesinados. Como otras más de 100 personas que él conocía de Be´eri.
La mayor árabe
Para esta entrevista, hicimos un esfuerzo extra. Después de insistentes gestiones, y tras un largo viaje, llegamos a la base militar a entrevistar a Ella Waweya, la mujer árabe musulmana de mayor rango del ejército israelí. Nada mejor que su palabra para entender la importancia de que Israel logre su objetivo vital de eliminar a Hamás de Gaza. Un objetivo que todos los gobiernos de sociedades libres y democráticas deberían acompañar con resolución. Por el bien de los pueblos israelí, palestino y del resto del mundo.