La situación nos exige no ser ingenuos. A las coimas no las pagan los empresarios. El que paga coimas recibe en beneficio la construcción de una obra. Esa obra sale más cara, mucho más, de lo que debería haber salido y por lo tanto la paga la gente en impuestos, esencialmente el que paga IVA y no tiene donde descargarlo.
Los materiales de la construcción se vuelven más caros, construir empieza a ser una utopía y los alquileres se van a las nubes. A la corrupción la paga la gente.
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Decir entonces, como alguna vez dijo la diputada Diana Conti, que había que volverse millonario para combatir al poder, es lisa y llanamente una estupidez. Pero anticipa que así se encontraran bóvedas o pozos con dinero en el sur la firmeza del sostén a la causa Kirchner se mantendría. A veces, como dice Jorge Fernández Díaz en su columna de ayer, tal defensa parece más un fenómeno psiquiátrico que político o ideológico.
El pedido entonces no debería estar apuntado a que cambien su manera de ver las cosas los que están seguros de que hay una monstruosa operación liderada como siempre por Estados Unidos con algún objetivo que sólo la CIA entiende, probablemente el de desacreditar los movimientos de izquierda como el de Maduro, Lula, Correa o Cristina. El pedido debe ser a la Justicia para que no saque el bisturí del abdomen, para que de una vez por todas se ponga los pantalones largos de la república y les cuente a los argentinos la verdadera historia, venza quien venza, caiga quien caiga.
Esta columna fue publicada en el programa Córdoba al Cuadrado de Radio Suquía – FM 96.5 – Córdoba – Argentina.