La Argentina está dentro del lote de los países vulnerables. No es blanco de un ataque puntual de Donald Trump, como le pasa a Turquía (a quien EE.UU. le impondrá el doble de aranceles a su acero y aluminio) pero tiene méritos propios para ganarse la desconfianza de los mercados.
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La primera vulnerabilidad es su déficit externo: importamos más de lo que exportamos (aun con dólar alto) y cada vez que podemos, demandamos dólares para viajar afuera o para ahorrar. Una inflación proyectada en el 32 por ciento y una devaluación del peso del 43 por ciento castigaron duramente a los tenedores de pesos.
La segunda es que los argentinos somos gastadores seriales. Nos falta el 16 por ciento de ingresos para cubrir nuestro gasto y no hay forma de bajarlo. Hace dos meses que estamos dando vuelta con el recorte y, hasta ahora, no han sido creíbles los gobiernos en confeccionar un plan de ajuste en serio para 2019 ni el Banco Central en desarmar las Lebac.
Recién este lunes presentó un plan y dijo que no va a renovar todas las Lebac en cada vencimiento, que los bancos tendrán que conformarse con un bono a un año de plazo y que habrá dólares de reservas no para frenar el precio, sino para convalidarlo. El FMI audita y no está dispuesto a que se quemen dólares baratos. La pregunta es: ¿casi 31, sigue siendo barato? Nadie lo sabe. Es probable que sí.