Juan Schiaretti decidió transitar por la senda segura de sus discursos, sin demasiadas definiciones novedosas y reconociendo que la suerte de su tercer mandato está atada a la evolución de la crisis nacional.
El gobernador arrancó con la sexta gestión consecutiva del peronismo cordobés con esa misma sensación que se generó en este 2019 que se va: un triunfo arrasador en mayo, la incertidumbre por la situación económica y su poca relación con el nuevo Gobierno Nacional.
Sin nombrar siquiera al presidente Alberto Fernández, dijo estar dispuesto a colaborar con la gestión del Frente de Todos porque la suerte de Córdoba está atada a la del país.
Es que la larga recesión con inflación ha hecho añicos las finanzas provinciales y ahora están en duda los fondos nacionales que llegarán para Córdoba, la posibilidad de acceder al crédito y el equilibrio de cuentas del que se ufanaba su gestión.
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Por eso, Schiaretti fue más que cautivo en el anuncio de esas obras de envergadura que signaron el mandato que le posibilitó una reelección por márgenes históricos.
Sobre esa diferencia, que ha dejado a Hacemos por Córdoba casi en soledad en el escenario político provincial, el gobernador insistió en que no caerá en la tentación de la suma del poder público y que respetará la independencia de poderes.
Por cierto, eso recién cuando esté en marcha esta gestión, donde la posibilidad de disensos están más planteadas hacia el seno del oficialismo y la incertidumbre de la postura que tomará Alberto Fernández con Córdoba.