La Corte Suprema de Justicia determinó que un chofer que trabaja en una plataforma virtual, al estilo de Uber o Cabify, no está cometiendo un delito. Es decir, puede incumplir con las normas que regulan el transporte, pero se trata de una actividad comercial lícita.
El paraguas es el propio Código Civil y Comercial, que establece que un prestador y un prestatario pueden convenir de manera privada un acuerdo de transporte. Es un guiño importante ante la posibilidad de que trabajen sin regulación o a la espera de una, si es que los intendentes se animan.
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La que dio un paso disruptivo fue la provincia de Mendoza. Es un caso especial: el gobierno provincial tiene jurisdicción para legislar sobre el tránsito. Eso no pasa en Córdoba, donde cada municipio es autónomo. Pero sirve para mirar qué hizo con su sanción de la nueva ley de movilidad: lo caratuló como transporte privado por plataformas electrónicas, le impuso ingresos brutos al 4 por ciento (cuando en taxis es del 3 por ciento) y dispuso que ese punto adicional financie un fondo para la compra de transporte público. A su vez, el chofer debe tramitar un carnet profesional.
Considera que no se asemeja a un servicio público porque no “levanta” pasajeros en la calle y no tiene una rentabilidad asegurada mediante tarifa regulada, sino que es a oferta y demanda. Hacia fin de año, calculan en el gobierno de Mendoza que estará funcionando: ya se capacitan choferes.
El reclamo de los choferes de taxis y remises es que le quitará pasajeros. Es probable: en Nueva York, el transporte de pasajeros anual de taxis estaba en 173 millones en 2014, cuando apareció Uber y bajó a 125 millones en 2017. Perdió 48 millones de viajes. Uber arrancó en 2014 con 4,5 millones de pasajeros y terminó 2017 con 160 millones: ganó 151,5 millones. ¿Se los robó todos al taxi? No, un tercio, sin considerar que muchos taxistas pasaron a ser choferes de Uber y por ende, la oferta disponible de coches se achicó. Se los quitó al trasporte público y, sobre todo, al auto particular.
La cuestión está en el precio: en general, los viajes de Uber cuestan la mitad que los de taxistas. Y los que son choferes no dueños de autos, se quedan apenas con el 30 por ciento de la recaudación, 35 por ciento en un buen día. Son unos 500 pesos hoy para 10 horas de trabajo, a veces 12. El 70 por ciento de los 6.500 taxis y remises que hay en Córdoba Capital son peones: el grueso se lo lleva el duelo del auto. Si lograra comprarse un 0km, aún cobrando menor precio, ganaría más plata.