Haber ordenado el ataque que mató en Kabul al líder de Al Qaeda compensa, en alguna medida, la mancha que había dejado en su imagen la bochornosa retirada norteamericana de Afganistán.
En aquel momento, mientras los estadounidenses y el resto del mundo miraban estupefactos las imágenes de aviones despegando con afganos colgados de las alas y del tren de aterrizaje, el jefe de la Casa Blanca aseguraba públicamente que Washington seguiría combatiendo al terrorismo islamista en Afganistán y explicaba que, para hacerlo, ya no necesitaba tener sus tropas desplegadas en el país centroasiático.
El anuncio de que un dron disparó el misil que mató a Aymán al Zawahiri, se convirtió en el hecho probatorio de que, efectivamente, la lucha contra el terrorismo global puede continuar sin que haya tropas norteamericanas en Afganistán. Lo que no puede hacer Washington sin tropas en el terreno, es proteger a los desamparados afganos que quedaron desamparados ante el lunático régimen talibán.
El hecho es que Biden logró su propio trofeo de guerra, matando al médico egipcio que creó Al Qaeda junto con Osama Bin Laden. Así como Barak Obama pudo mostrar a Bin Laden como trofeo guerra cuando los comandos de elite Seal Navy lo mataron en la ciudad paquistaní de Abbottabad, ahora Biden puede decir que completó la decapitación de Al Qaeda, al haber dado caza a quien fue mano derecha del millonario saudita y finalmente su sucesor al frente de la organización que inventó el terrorismo global.
Quien diseñó esa invención siniestra, fue el médico egipcio que conoció a Bin Laden en la década del 80, curando mujahidines afganos heridos en combate contra las tropas soviéticas, en Afganistán.
No está claro cuánto poder de acción tiene Al Qaeda hoy, pero el peso histórico y simbólico de esta muerte es inmenso, porque que Al Zawahiri fue el creador, junto con Osama Bin Laden, de esa organización que marcó de manera trágica el inicio del siglo XXI, y fue quien diseñó el terrorismo global y sus golpes más devastadores.
El millonario saudita encabezaba Al Qaeda por su carisma místico, pero el médico egipcio que lo secundó desde el primer momento fue el gran organizador de ese salto que dio el terrorismo, pasando de las acciones territorialmente circunscriptas, a tener alcance global.
Osama Bin Laden, además de líder carismático y místico, era el cerebro financiero de Al Qaeda, mientras que Aymán al Zawahiri era quien diseñaba las tácticas y las estrategias, además de organizar las acciones terroristas.
El terrorismo global surgió cuando Al Zawahiri ayudó a Bin Laden a concebir la estructura de “células dormidas” esparcidas por el mundo a modo de metástasis de altísima letalidad, que entran acción exterminadora al recibir una orden de la neurona central de Al Qaeda. Esto implica que el terrorista que acaba de ser abatido en Kabul fue nada menos que el creador propiamente dicho del “terrorismo global”.
También habría sido Al Zawahiri quien organizó los sangrientos atentados contra las embajadas norteamericanas en Nairobi y Dar el Salam en 1998; el certero ataque contra el buque militar USS Cole en un puerto de Yemen en el 2000, así como también el primer y único atentado terrorista que alcanzó la escala de genocidio: el lanzamiento de aviones de pasajeros sobre las torres gemelas de Manhattan y sobre el Pentágono, en Washington, el 11-S del 2001.
Aymán al Zawahiri llevaba muchos años oculto. Era más fácil imaginarlo habitando las inaccesibles cuevas de la cordillera del Hindu Kush, los desfiladeros del intrincado Tora Bora o algún otro rincón inhóspito de la extensa frontera entre Afganistán y Pakistán. Pero estaba viviendo en una residencia situada en un aristocrático barrio de la capital afgana, tan coqueta como la casa y el barrio donde creció en el selecto barrio cairota de Maadi.
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El fanatismo político-religioso que había abrazado cuando ingresó a la Hermandad Musulmana, organización fundamentalista egipcia que inspiró a todas las agrupaciones ultra-islamistas de Oriente Medio, devino en adhesión a la violencia extrema cuando el régimen nasserista ejecutó a Sayyb Qutb, el ideólogo más radicalizado del fundamentalismo egipcio.
La onda expansiva de aquella ejecución generó el movimiento yihadista que asesinó al presidente Anuar el Sadat en 1981. En esos marasmos amasó su ideología el médico Aymán al Zawahiri.
Su última gran invención en materia organizacional fue el sistema de franquicias que convirtió en socios de Al Qaeda a terroristas asiáticos, iraquíes, sirios, nor-africanos y subsaharianos, como la organización filipinas Abú Sayef; el grupo iraquí Al Qaeda Mesopotamia (que luego rompió con Al Qaeda y se convirtió en ISIS); la organización nigeriana Boko Haram; la sanguinaria milicia somalí Al Shabab, y las milicias que integran Al Qaeda Magreb.
Posteriormente, la muerte de Bin Laden en Abbottabad lo convirtió en el máximo líder de Al Qaeda.
Todo parece indicar que el regreso de los talibanes al poder lo hizo confiar demasiado y llevar una vida relajada en Kabul, olvidando que Biden se había comprometido a cazarlo donde lo encontraran los agentes de inteligencia norteamericanos.
La otra novedad que puede lucir Biden en el escenario afgano, es el ataque con dron y un tipo de misil que mata sólo al blanco seleccionado, sin ocasionar daños colaterales ni víctimas inocentes.
En la casa que ocupaba y que alguna vez perteneció al ex jefe miliciano anti- talibán de la etnia uzbeka Abdul Rashid Dostum, estaban su mujer, hijas y nietos, pero sólo murió el arquitecto del 11-S.