En términos convencionales, el conflicto entre Israel y Hamas muestra en ventaja a las fuerzas israelíes. Han establecido el control sobre la casi totalidad del norte de la Franja de Gaza y avanzan sobre Khan Yunis y los demás rincones del sur, sin que Hamas pueda detenerlas aunque haya matado a 152 soldados.
Sin embargo, los israelíes aún no han logrado capturar o eliminar a Yahya Sinwar, la máxima autoridad de Hamas en ese territorio. Tampoco pueden afirmar que hayan reducido significativamente a las tropas del Ezedim al Qasem, brazo militar de la organización terrorista, ni a la Jihad Islámica Palestina, la principal milicia aliada.
En relación al precio que está pagando en bajas propias, los logros de Israel en esta guerra pueden parecer significativos. Pero en absoluto lo son en relación al altísimo precio político que está pagando su imagen ante el mundo.
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Lo logrado en materia de bajas de Hamas y destrucción de sus arsenales es poco en comparación a la ola de protestas, críticas y repudios que han generado a escala global las miles de muertes civiles y la devastación causada en las ciudades de Gaza y Khan Yunis, y en los campos de refugiados del territorio gazatí.
Esa es, precisamente, la estrategia iraní: estigmatizar a Israel y a los judíos como criminales. Los resultados de esta estrategia se dan en el largo plazo, pero en lo inmediato se perciben las señales del efecto que tendrá.
La señal más clara es que el mundo lleva casi dos meses hablando, no de las masacres y violaciones perpetradas por Hamas en kibutzim y aldeas agrícolas del sur de Israel, sino en la destrucción y las muertes que los israelíes están causando a la población civil de la Franja de Gaza.
Más allá del debate sobre las alternativas o falta de alternativas que había después del sanguinario pogromo del 7 de octubre, lo indudable es que Israel reaccionó exactamente como se preveía que reaccionaría.
Posiblemente, los terroristas de Hamas y sus ideólogos en Irán esperaban poder tener mayor control sobre la respuesta israelí a partir de los rehenes que escondió en Gaza. Pero está claro que daban por descontado que habría bombardeos y acciones terrestres con destrucción y muertes al por mayor.
Incluso es difícil que Yahya Sinwar y su estado mayor descontaran que Israel intentaría la eliminación total de Hamas y el aniquilamiento de sus cuadros dirigentes.
De tal modo, lo que está sucediendo en la Franja de Gaza estaba en los cálculos y planes de los terroristas que provocaron esta guerra masacrando y secuestrando civiles israelíes. Por eso el saldo con que este conflicto está terminando el año y proyectándose sobre el siguiente, no puede medirse como si fuera un conflicto convencional. No lo es, y en los términos en los que está planteado, Israel no está alcanzando aún el objetivo que se propuso: eliminar a Yahya Sinwar y destruir totalmente el régimen terrorista y sus brazos militares, las milicias Ezedim al Qassem y Yihad islámica Palestina, las dos principales agrupaciones armadas de la Franja de Gaza.
Al creador de Hamas, Ahmed Yassin, Israel lo eliminó en el 2004 con un proyectil lanzado desde un helicóptero Apache, sin causar víctimas civiles ni destrucción de edificios. Del mismo modo eliminó al siguiente líder máximo de Hamas, Abdel-Aziz Rantisi. En cambio, habiendo provocado ya más de quince mil muertes civiles y destruido cientos de edificios, escuelas y hospitales, esta ofensiva israelí aún no pudo eliminar a Yahya Sinwar.
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Aunque les falta repudiar la estrategia de Hamas por ofrecer a su propio pueblo como carne de cañón para estigmatizar a Israel y aislarlo internacionalmente, las protestas que realizan multitudes en muchas ciudades del mundo y que presentan en foros internacionales decenas de países y de organizaciones de Derechos Humanos, tienen razón en lo referido a la devastación que está provocando el ejército israelí.
Es grave que los cuestionamientos a Israel no vayan acompañados de repudios a la estrategia criminal de Hamas usando al pueblo gazatí como proyectil lanzado contra la imagen internacional del Estado judío. Pero esa faltante grave no invalida la totalidad del cuestionamiento a Israel.
En la modalidad de acción elegida por las FDI y el gobierno que encabeza Netanyahu, matar o capturar a Sinwar destruyendo totalmente a Hamas resulta un objetivo cuya consecución o no determina en gran medida el éxito o fracaso de la operación. Y hasta el momento, pagando el precio de una ola mundial de críticas, ese objetivo no ha sido alcanzado.