Sergio Massa desembarca en el Gabinete como un súper ministro que llega con dos activos: es un gran articulador del diálogo con la oposición y tiene ganas de estar ahí. Aspira a ser presidente, llega con crédito del empresariado y se le abre una ventana de oportunidad para consolidarse como un gestor capaz de pilotear el naufragio. Pidió para sí poderes casi plenipotenciarios: tendrá bajo su dirección las áreas de producción, energía, recaudación de impuestos y agricultura.
Hasta hace unos días, Alberto y Cristina tenían una sola coincidencia: Massa no. Permitirle el ingreso al Gabinete implicaba una delegación absoluta en el socio minoritario de la coalición, pero desde la renuncia de Martín Guzmán a esta parte la economía se paralizó, no hay precios en la mayoría de los bienes, el dólar blue se escapó 50% y el riesgo país coqueteó con los 3.000 puntos. El Central en el mes de julio vendió 1.100 millones de dólares.
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Alberto y Cristina se dieron cuenta de que con Batakis no fue suficiente y si no hay manera de pilotear el segundo semestre sin dólares, menos la hay de llegar más o menos en pie a la elección presidencial del 2023. Como si fuera poco, la ministra de Economía volvió de Estados Unidos sin ninguna contemplación por parte del FMI. Esperaba una flexibilización de los compromisos asumidos en marzo, pero eso no pasó.
¿Podrá Massa pilotear el naufragio? La crisis de la coalición de Gobierno se desencadenó porque la economía colapsó. La política luego agravó ese colapso, pero el problema original fue que este Gobierno no logró resultados económicos: la inflación cerrará en el 100%, los salarios se pulverizaron en dólares y hay un festival de pesos que nadie quiere.
Es saludable que la política reorganice la gestión porque no hay más tiempo. Pero tampoco eso será suficiente si no se toman las medidas que este Gobierno está esquivando. La intención patear todo para después y que las bombas queden activadas para el 2024. Pero no llegan.