Fue un escándalo sobreactuado que se adivinaba condenado al fracaso de antemano. Una pelea cargada de descalificaciones que no serán fáciles de olvidar. Una apuesta fallida de los principales dirigentes del espacio Juntos por el Cambio en Córdoba, que se lanzaron a una feroz pelea interna con la compulsión y la irracionalidad que lleva a los ludópatas a jugarse lo que no tienen.
El dato que agota el crédito de las quejas indignadas de buena parte de la oposición provincial es que hay leyes idénticas a las que aprobó esta semana la Legislatura cordobesa en distritos gobernados por… ¡Juntos por el Cambio! En la provincia de Buenos Aires la impulsó la anterior gestión de María Eugenia Vidal (y la implementa la actual administración kirchnerista).
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El gobierno porteño, en manos del Pro, también le dio luz verde a este negocio. Lo mismo que las administraciones radicales de Corrientes y Mendoza. ¿Qué sentido tiene que la filial cordobesa del espacio adopte un criterio tan diferente? Esa argumentación exploró con titubeos el legislador, ahora suspendido en el radicalismo, Orlando Arduh.
Y esta movida no es una excentricidad nacional. La actividad se permite en muchos otros países europeos y también en vecinos como Uruguay y Brasil, alternativas hoy disponibles, en rigor, a sólo un par de clicks de distancia para los habitantes de Córdoba. El debate de la ley que autoriza y regula las apuestas online, y que le permite al Estado provincial quedarse con una porción de lo que se recaude con esta actividad, ofreció escenas muy curiosas.
Por ejemplo, que los senadores Luis Juez y Carmen Álvarez Rivero se muestren en una puesta en escena en contra del proyecto junto a dirigentes de la agrupación Barios de Pie. Probablemente, a su electorado le preocupe mucho más la propensión a cortar calles de los coyunturales socios de los legisladores que responden al armado de Patricia Bullrich, que el riesgo eventual de las apuestas por internet.
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Quizás una jugada mucho más conveniente para los cruzados contra la nueva ley hubiera sido discutir aspectos relacionados con la reglamentación. Reservar energías para batallas mucho más sensatas, incluida la de lograr licitaciones transparentes, en un rubro que se presta a opacidades. O diseñar filtros eficaces para quienes no deben jugar bajo ninguna circunstancia, como los menores.
Pero la apuesta por apelar a la fobia de ciertos sectores, sobre todo religiosos, a los juegos de azar, fue un regalo inesperado que el espacio que acaba de arrasar en Córdoba en las elecciones legislativas nacionales le ofrendó al gobierno de Schiaretti, que parece haber logrado un calculado pleno en esta jugada.