En los pueblos del interior nos gusta usar una frase que repetían abuelos: “Vamos viendo y le vamos dando”.
La situación es tan inédita en el planeta que cada uno busca una solución tan inédita como el problema.
Planteábamos en este espacio hace unos días como los pensadores indican que la gran falencia ante la pandemia fue la falta de respuesta globales. Se cerraron las fronteras, más allá del sentido literal de la expresión, y cada líder tomó el camino que le parecía más correcto.
Argentina tomó nota de la tardía reacción de algunos países europeos, en especial los más ligados a nosotros como España e Italia, e impuso normas restrictivas de aislamiento para prevenir una avalancha de infectados.
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El presidente Alberto Fernández presentó su decisión tomando el debate que se daba en todo el mundo y, ante la dicotomía salud-economía, la prioridad era lo sanitario.
Eligió una salida europea pero con los problemas argentinos.
El Presidente eligió una salida europea pero con los problemas argentinos.
Todo es tan nuevo y cambiante, las recetas duran menos de lo que demoran en implementarse, y en varios lados comienza a replantarse aquella dualidad de elegir, comienza a vislumbrarse un abordaje de complementariedad. O sea, salir de salud o economía para pasar a un salud y economía.
No era sencillo lo primero, lejos está de ser lo segundo.
Es que el convite a optar parece ser muy sencillo si uno entiende como la salud seguir o no vivo y a la economía como los grandes números de grandes empresas que amarrocan fortunas.
Pero si se piensa en esa legión de personas que depende del ingreso diario para alimentarse y alimentar a los suyos, lo económico pasa a una dimensión vital.
Si se piensa en esa legión de personas que depende del ingreso diario para alimentarse y alimentar a los suyos, lo económico pasa a una dimensión vital.
Decisiones difíciles
En ese sentido parece ir el análisis que está haciendo el Gobierno nacional para ver cómo hará la salida más que escalonada del aislamiento, con el telón de fondo que justo se vienen –según los especialistas– las semanas de mayor propagación del virus.
El Gobierno quiere que los bancos apuren las líneas de crédito para pagar salarios y que abran para atender no sólo el pago de los que no tienen tarjeta sino de pequeños empresarios que necesitan auxilio financiero.
Intenta ir reabriendo de a poco el sector de la construcción, por la vía de la obra pública y las pequeñas actividades privadas.
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Que los negocios de los barrios, ofrezcan o no productos esenciales, vayan abriendo de a poco.
La idea es que todo sea muy gradual. Que haya franjas etáreas para estas actividades y que los mayores de 65 (a los que ya exponen cuando los hacen ir a cobrar su jubilación) no realicen ninguna.
Y que durante un largo rato no hay clases ni eventos masivos ni apertura de lugares que puedan implicar grandes concentraciones.
Todo a ensayo y error. Todo midiendo día por día, hora por hora.
De tan obvio es bueno recordarlo que nada será sencillo.