Es cierto que el partido de Gustavo Petro aumentó el número de alcaldías y departamentos en su poder. Se trata de una fuerza política muy nueva y no gobernaba ni ciudades ni departamentos. De todos modos, los resultados de las elecciones regionales en las grandes ciudades y en los principales departamentos de Colombia implican un fracaso electoral del presidente izquierdista.
El oficialista Pacto Histórico fue abrumadoramente derrotado en Bogotá, ciudad que había gobernado el propio Gustavo Petro y donde ahora su candidato, Gustavo Bolívar, quedó relegado al tercer lugar.
El resultado en la capital colombiana parece anunciar el nuevo fenómeno político en ese país caribeño: Carlos Fernando Galán, el candidato por el partido Nuevo Liberalismo y el hijo de Luis Carlos Galán, el gran líder liberal asesinado por sicarios de Pablo Escobar en 1989 por haberse comprometido a continuar, desde la presidencia, la lucha contra el Cartel de Medellín que le había costado la vida al ministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla.
Partidos de derecha y de centroderecha, además de candidatos independientes que provienen de las fuerzas políticas tradicionales, vencieron a los candidatos de Pacto Histórico no sólo en Bogotá, sino también en las otras seis más grandes ciudades del país: Cartagena, Cali, Medellín, Bucaramanga, Cúcuta y Barranquilla.
Los candidatos del presidente tampoco pudieron imponerse en ninguna de las gobernaciones más importantes. Los opositores a Gustavo Petro triunfaron en Cundinamarca, Valle del Cauca, Antioquia, Santander y Atlántico.
A sólo un año de haber ganado una elección histórica porque lo convirtió en el primer presidente izquierdista de Colombia, Gustavo Petro exhibe debilidad política y su gestión es mayoritariamente reprobada en las encuestas.
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¿Es la consecuencia del escándalo que protagonizó su hijo, Nicolás Petro, al ser procesado por tráfico de influencia, sobornos y lavado de activos? Seguramente, que se descubriera que el hijo del presidente recaudaba aportes de narcotraficantes para la campaña de su padre, impactó negativamente en la popularidad del mandatario. Pero el derrumbe abrupto de su popularidad podría tener más que ver con otros fracasos y derivas de su gestión.
Por caso, el abrupto giro que dio a la política colombiana respecto a Venezuela. Podría haber dejado el enfrentamiento abierto para encarar una política más negociadora con Caracas. Pero Petro pasó del odio al amor con Nicolás Maduro, sin haber logrado ninguna concesión democrática del régimen chavista hacia la población venezolana. Todo a cambio de nada, es el resultado de las concesiones de Petro a Maduro, cabeza de la nomenclatura cuyo autoritarismo y ruinosa política económica sigue inundando Colombia con olas de refugiados venezolanos.
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Tampoco tuvo éxito visible, hasta el momento, su negociación con grupos armados para lograr la pacificación total del país. La continuidad de los ataques del ELN y de las disidencias de las FARC, sumada a los secuestros extorsivos, lo que muestra es una deriva sin claras perspectivas de buen puerto.
Eso explica la estrepitosa caída de la popularidad del presidente colombiano, a poco más de un año de haber llegado al Palacio de Nariño.
Demasiado pronto para iniciar una declinación inexorable.